
Anoche soñé que había vuelto a Manderley
Pocos meses después de enviudar, Maxim de Winter, afamado aristócrata inglés de viaje por Europa, conoce en Montecarlo a la joven dama de compañía de una peculiar americana. Tras una breve relación y, pese a la gran diferencia de edad existente entre ellos, la pareja contrae matrimonio y se instala en Manderley, la mansión familiar de los De Winter. La sombra de Rebeca, primera esposa de Maxim muerta en extrañas circunstancias y obsesiva presencia todavía en cada rincón de la casa, no tardará sin embargo en caer sobre ellos, asfixiando por completo cualquier atisbo de felicidad.
Así comienza «Rebeca», la novela más exitosa de la británica Daphne Du Maurier (1907-1981), a cuyo reconocimiento contribuyó sin duda en gran medida la adaptación cinematográfica que en 1940, dos años después de su publicación, Alfred Hitchcock hiciera de la historia. Inolvidable ese «anoche soñé que había vuelto a Manderley» con que arranca la película y que es también la primera frase de una novela de gran potencia psicológica y referente del suspense.
Narrada en primera persona, mediante los recuerdos años después de esta segunda esposa cuyo nombre en ningún momento llegará a ser desvelado, Du Maurier va tejiendo una historia con elementos de novela gótica y un misterio en torno a lo sucedido con Rebeca y el cariz de las relaciones con De Winter, que atrapa de inmediato al lector.
La crítica ha comparado en alguna ocasión esta novela con la Jane Eyre de Charlotte Brönte y es cierto que ambas comparten elementos comunes: tímidas y jóvenes protagonistas desbordadas por los acontecimientos, el peso de las dudas y el pasado, apartadas mansiones en parajes desolados, amores problemáticos… pero la singularidad de esta historia radica en el protagonismo de un personaje que, sin llegar a aparecer en ella en ningún momento como tal, la marca por completo y llega a dominarla.
Con una prosa muy cuidada, incluso poética en algunas descripciones, Du Maurier recrea ambientes, reacciones y mundo interior de sus personajes con detalle, los hace evolucionar conforme avanza la historia y los enfrenta a dilemas y situaciones que crean un clima y dan a la novela un tono muy particular.
Todo ello se traduce en un relato magníficamente construido, con una información muy bien dosificada y una atmósfera de tensión creciente que muestra a la perfección los estados de ánimo, el desconcierto y la angustia con que la voz narradora se enfrenta a cada nuevo descubrimiento.
Al margen del triángulo protagonista (De Winter y sus dos esposas), el icónico personaje del ama de llaves, la señora Danvers, sirve a la autora para armar en torno a él y su dañina obsesión con el recuerdo de Rebeca, un inquietante universo de oscuridad y de maldad.
Señalar finalmente, respecto a la adaptación de Hitchcock (óscar a la mejor película en 1941), la fidelidad que mantiene en todo momento hacia el relato original (muchos de los diálogos, en la primera parte sobre todo, son prácticamente literales), pese a prescindir de ese mundo interior de los personajes que tan bien refleja la novela: las dudas, los miedos, las vacilaciones, la soledad e incomunicación que, por diferentes motivos, los aleja y aísla a uno del otro…, acentuar los rasgos y la perversidad de la señora Danvers y cerrar con un final, probablemente a causa de las exigencias del Hollywood de la época, algo menos oscuro.
Reseña publicada en el nº 14 (mayo 2021) de la revista «El Tintero de Oro Magazine»
