
Una mujer cuyos trajes a medida deben durarle dos o tres años pronto aprende a protegerlos de las salpicaduras y a ayudar a conservar la forma de los pliegues.
Recordada como una de las autoras más destacadas de la literatura juvenil de final del S.XIX, el éxito de obras como El pequeño Lord o El jardín secreto, eclipsó injustamente la narrativa para adultos de Frances Hodgson Burnett (1849-1924). Una autora muy prolífica que comienza su andadura literaria con apenas dieciocho años vendiendo relatos a las revistas de la época para paliar el desamparo económico en que, tras emigrar de Inglaterra a Estados Unidos, la muerte del padre había dejado a la familia. Situación que marcaría profundamente su visión de la sociedad y la temática de sus historias.
Burnett vivió un tiempo donde las diferencias entre clases sociales estaban definidas con extrema nitidez y ese contraste permea tanto su literatura adulta como la infantil. Esta última suele centrarse no obstante en el poder transformador de la bondad y la imaginación, mientras que la primera aborda temas más oscuros: intrigas sociales, dinámicas de poder, luchas internas de sus protagonistas…
Publicada en 1901, La formación de una marquesa es buen reflejo de ello. Un impresionante retrato de las convenciones sociales de la época eduardiana con un punto crítico evidente hacia el papel asignado a la mujer por esa sociedad.
Emily Fox-Setton, la protagonista del relato, es en su comienzo una mujer en la treintena, amable, servicial, de buena familia aunque sin fortuna, que se gana la vida haciendo pequeños recados para algunos conocidos. Alojada en la habitación de una modesta pensión londinense, vive feliz pese a la preocupación que le genera el futuro y su frágil situación cuando ya no pueda trabajar.
La invitación a una mansión campestre para ayudar a su anciana propietaria en una celebración, el encuentro allí con el marqués de Walderhurst y ciertos acontecimientos que se encadenan de forma inesperada, cambiarán sin embargo su destino y todas las expectativas que recaían sobre ella.
La primera parte de la novela tiene así cierto aire de cuento de hadas: la mujer común que gracias a su bondad y discreción asciende a una posición de privilegio y a un entorno que no le es propio. Pero ese tono cambia por completo en la segunda parte, girando hacia un suspense que deja en evidencia los peligros que acechan tras la aparente seguridad de una vida aristocrática no tan amable como en un principio se pudiera pensar.
La trama argumental esconde cuestiones tan profundas como la vulnerabilidad de las mujeres, la sumisión a que se ven forzadas, el conflicto entre deber social y deseo personal o un ideal femenino que más que una virtud puede llegar a ser una trampa. La superficialidad de las jerarquías sociales, el desdén hacia quien no pertenece a ellas por origen, la rigidez impuesta por un estatus que no siempre conduce a la felicidad son temas también presentes en una trama de gran hondura psicológica que muestra la habilidad de la autora para combinar géneros, mezclar romance y suspense, y atrapar en todo momento la atención del lector.
Sutil, emotiva, apasionante, una novela cargada de tensión y detalle muy agradable de leer.