
Si tuviera que salvar una palabra sería, sin duda, la esperanza.
Acercar la filosofía a quienes buscan argumentos para celebrar la vida, ese es, dice Rafael Narbona al comienzo de su ensayo, el objetivo de este libro. Una obra con la que pretende transmitir un mensaje de esperanza, una lección de vida luminosa y alegre que invite a contemplar el mundo con optimismo y a juzgar al ser humano con indulgencia.
Alternando sus propias experiencias personales como profesor de secundaria y la dureza de una vida marcada durante mucho tiempo por la depresión y las tragedias familiares, con un recorrido por la historia de la filosofía que en ningún momento pretende ser académico sino esbozar en líneas generales el pensamiento de los filósofos más significativos de cada época, el autor nos invita a cuestionar nuestras propias percepciones sobre el sufrimiento o la alegría y a explorar las múltiples dimensiones que tiene la felicidad.
La importancia de la aceptación, de la serenidad, de la compasión, el reconocimiento de la bondad y la belleza latente siempre y pese a todo en el ser humano, la toma de conciencia del privilegio que es la vida, son los temas sobre los que Narbona reflexiona desde una perspectiva muy humanista, en un tono ameno, amable, casi de confidencia en ocasiones, que no elude las propias heridas y se sirve de ellas para mostrar que siempre, por imposible que parezca en ciertos momentos o ante ciertas situaciones, siempre es posible transformar el dolor en alegría.
El sufrimiento como parte de la experiencia humana nos recuerda que la felicidad no es algo estático sino un proceso dinámico, un camino de crecimiento y transformación que requiere una actuación personal consciente, un esfuerzo activo de la voluntad. Jamás la hallaremos en placeres externos o logros materiales. Es en el cultivo de una mente serena, en el amor, en la humildad, en la sencillez… donde habita la felicidad; en la búsqueda de cierta paz interior, en la comprensión de nuestra propia naturaleza.
Precioso viaje emocional, el de estos Maestros de la felicidad, que pretende ser compañía, inspiración e impulso contra fatalismo y desaliento.