Impostor

 

Medianoche. Oscuridad y silencio. Calla el mundo. Comienza mi tiempo. Tras el lúgubre tañido de las campanas, eco extraño y sobrenatural que la madrugada quiebra, mis restos al mundo de nuevo regresan. Errante y espectral, confundido entre la espesa niebla que por doquier en torno a mí se extiende, revelo con cautela mi presencia entre los vivos.

Con infinito esmero, días, semanas, meses enteros, preparé mi aparición. Al cabo ahora el tiempo se cumplió y fue esta noche doliente y tenebrosa la elegida como testigo de mi momento estelar. Nada quedará al descuido. Exitosa sin duda resultará la misión. Y yo mismo, llegada la hora, de ello daré fe.

Sé bien la incomprensión y el pavor que mi labor despierta, mas no hay motivo que me obligue a excusarme. Cumplo a conciencia un deber al que ⸺no importa la causa⸺ juré lealtad en un tiempo antiguo, anclado sin remedio a mi memoria.

Y sin embargo…

Tantas miradas ⸺adivino⸺ caerán pronto con inclemencia sobre mí. Tantos ojos estupefactos que en un instante pasarán del asombro al reproche, de la aprensión al terror…

 ¡Ay! ¡Pobre ánima del Purgatorio desolada y penitente! Una insoportable ansiedad se apodera de mí, arden mis mejillas y hasta la misma médula mis huesos ruinosos se estremecen solo con pensar en lo que habrá de venir.

«Nunca más, nunca más», parece denunciar un cuervo en su graznido mi impostura.

«Nunca más», ratifico yo la queja con frágil convicción.

Y suenan mis palabras más a súplica que a promesa.

¡Triste de mí! ¡Si el mundo conociera cómo odio ser el centro de atención!  ¡Cómo lamento esta condición de muerto viviente mía en noches como esta! ¡Cómo tanto protagonismo me aterra!

Pánico escénico, sí, así lo llaman. Y hace siglos que en silencio guardo tan fatal diagnóstico. ¡Qué desdicha! Si en esta cerrada y quisquillosa sociedad de ultratumba alguien se enterara sería mi fin. Irreparable el daño para mi reputación.

Hasta ahora, casi por milagro, todo ha salido bien. Nunca criatura alguna sospechó nada y así ⸺confío⸺ hasta el final de los tiempos habrá de ser. Hay misterios en el mundo que no se debieran desvelar jamás. Y, aunque es grande el horror que carga mi conciencia, también fue siempre grande mi talento para el disimulo, arte que tantas veces vistió de alegría mi dolor y de mascarada disfrazó mi llanto.

A salvo como creo estar, nadie tendrá jamás noticia del engaño.

Y sin embargo…

Me encuentro atrapado en la tela de una araña envenenada y pegajosa de la que ⸺presiento⸺ no lograré escapar.

Vetada la caricia de las lágrimas a las cuencas vacías  de mis ojos, un llanto seco y dolorido anuda esta noche mi garganta. Un llanto que no alivia, que lastima y quema.

 En secreto, anhelo con fervor que el alba venza al fin a la tiniebla, atisbar la suave luz que alumbre el nuevo día y, así, poder entonces regresar a mi cripta. Tornar a la rutina de mis horas, a la aburrida tranquilidad de mi guarida, a mi retiro, a mis ausencias, a mis recuerdos y desvelos, al rumor de un tiempo pasado, ingenuo y más feliz, con sabor a antiguos otoños de infancia, a dulce de membrillo, a chocolate caliente, a nueces y castañas…

Humildes sueños que, una y otra vez, contra este aciago y miserable destino mío se estrellan sin remedio. Y quisiera llorar. Y no puedo. Y entre melancolías, soledades y nostalgias se ahoga esta triste alma, en el limbo de la inexistencia para siempre perdida.

 

 

 

               Mención honorífica certamen junio 2022 «El Tintero de Oro «

Relato publicado en la revista Papenfuss (marzo 2023)

 

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