
Ante la mirada serena del viejo ardía la tragedia de la soledad
En el Flandes del S.XVI, bajo el imperio de Carlos V, un viejo artista acepta el encargo de pintar una Madonna para el retablo de un altar. La búsqueda de una modelo adecuada para recrear la imagen de la Virgen se convierte entonces en su mayor preocupación, casi en obsesión. Pero el tiempo pasa sin hallarla, el lienzo permanece en blanco y él teme ser incapaz de cumplir el compromiso. Hasta que al fin, un día, en una taberna sucia y desangelada, encuentra casualmente lo que busca. Asomada a la ventana, una muchacha, ausente en apariencia a la fealdad que la rodea, lo cautiva de inmediato. En ella ve a la protagonista de su cuadro y, tras conocer parte de su historia ─niña judía perseguida por su fe, al amparo ahora del tabernero tras haber perdido a su familia─, concierta los encuentros que le permitirán dibujarla.
Así, la relación entre la joven y el pintor se convierte en la base de una historia donde Zweig desgrana con precisión las pasiones e inquietudes del alma humana. Hace al lector testigo de los miedos, angustias o dolores de unos personajes perfilados con extrema sensibilidad, al tiempo que lo sitúa en el contexto de una ciudad ─Amberes─ en proceso de cambio, envuelta en luchas religiosas y reyertas callejeras.
El anhelo de belleza, el consuelo de la fe, la compasión por el prójimo… son los temas de fondo de un relato breve pero intenso, recorrido por un hondo sentimiento religioso, casi omnipresente a lo largo de la trama, que domina por completo la vida del pintor y es motor de cada uno de sus actos.
Publicada por primera vez en 1903, «Los milagros de la vida» es una de las novelas de juventud de Stefan Zweig (1881-1942) pero ya aparece en ella el ritmo y la técnica narrativa que marcarían luego el resto de su obra; los temas y el humanismo que asumiría siempre en toda circunstancia y hasta las últimas consecuencias.