
Los que nunca han visto un marciano vivo no pueden imaginar lo horroroso de su aspecto.
Publicada en 1898 por primera vez, adaptada al cine, la radio o la televisión en multitud de ocasiones, obra clave de la ciencia ficción y quizá la más reconocida de su autor, H.G. Wells (1866-1946), «La guerra de los mundos» relata la llegada a la Tierra de unos extraños seres procedentes de Marte y los sucesos que ello desencadena.
Narrada en primera persona, pocos años después de la invasión, por un personaje completamente anónimo, tan anónimo que ni siquiera llegará a desvelar su nombre, la historia comienza con el impacto sobre un pequeño pueblo cercano a Londres de unas misteriosas cápsulas: unos cilindros que empiezan a llover del cielo en unos arenales suscitando al instante una gran curiosidad entre la población. Unas horribles criaturas, exploradores en busca de un nuevo planeta tras el colapso de Marte, comienzan poco a poco a surgir de tales artefactos, amenazando en su intento de expansión y gracias al potentísimo armamento que enseguida construyen con destruir la humanidad.
El narrador relata su aventura y la de personajes muy próximos a él, rememorando aquellos días casi a modo de crónica, recreando un Londres absolutamente devastado e incidiendo en el miedo y la extrema soledad a que se enfrentan los supervivientes del ataque. Separado en la huída de su mujer, su único objetivo será a partir de ese momento reencontrarla y en su periplo irá dando testimonio de los daños ocasionados por la invasión, de la muerte y destrucción que los marcianos dejan tras su paso.
Más allá de la trama argumental (ingeniosa y muy desconcertante para el momento en que fue escrita), del triunfo o fracaso de la incursión y la peripecia del protagonista, es esta una historia con una gran carga de crítica social, sutil pero muy evidente. Resulta claro en ese sentido el paralelismo que en algún momento plantea el autor entre el trato que los marcianos dan a los humanos y el que los humanos dan a animales o razas consideradas por entonces inferiores (el extermino de los tasmanios, menciona expresamente la novela). La crítica al imperialismo británico, a la inoperancia del gobierno, a la soberbia que lleva a ignorar riesgos y minimizar amenazas, al individualismo… son cuestiones que subyacen en todo momento bajo una aventura contada de un modo muy desapasionado y carente de épica, donde no hay héroes ni ningún tipo de sensacionalismo. Un tono con el que Wells pretende enfrentar al lector a las consecuencias de determinados comportamientos con frialdad y sin recrearse en el drama de lo sucedido.
A la luz de las circunstancias actuales, resulta también muy impactante la descripción inicial de Marte como un planeta a punto de extinguirse y la esperanza que por ello sus habitantes ponen en la Tierra: un lugar lleno de vida, con una atmósfera amable, árboles, agua, futuro…
Entre las adaptaciones cinematográficas destacar la dirigida en 1953 por Byron Haskin, ganadora de un óscar a los mejores efectos especiales y la más reciente, la de 2005, dirigida por Steven Spilberg y protagonizada por Tom Cruise, aunque ambas se apartan notablemente de la historia original.
Memorable por último la recreación radiofónica que Orson Wells realizó en la noche de Halloween de 1938 con la que, a modo de noticiario urgente, informaba de la invasión alienígena. El programa generó tal alarma social que en Nueva York muchos ciudadanos tomaron el ataque por real, se desató un tremendo pánico y el director hubo de pedir disculpas públicamente días después.
Reseña publicada en la revista «Escribiendo a hombros de gigantes» de El Tintero de Oro. Marzo 2022.
