Oscuridad y silencio

 

El sol se oculta al fin tras las colinas del Campo de Marte. Ha sido un día largo y caluroso en Roma este 22 de junio del Año del Señor de 1633 y los monjes de Santa María agradecen ahora el leve frescor que anticipa la llegada de la noche. Apenas comentan lo aquí sucedido y sólo unos pocos intuyen que desde hoy el mundo será ya para siempre y sin remedio algo más oscuro. Finalizado el rezo de Vísperas un silencio extraño, pesado como el plomo, invade de golpe todos los rincones del convento mientras en su celda el alma gastada de un hombre cansado y enfermo murmura con infinito desconsuelo «y sin embargo se mueve…». Continuar leyendo «Oscuridad y silencio»

Cuenta la leyenda

 

Nunca mueren los viejos rockeros, cuenta la leyenda y no seré yo quien la desmienta. Al contrario. Casi podría asegurar que sea cierta. Tampoco quiero engañar a nadie y debo añadir por eso que morir tal vez no mueran pero envejecer… ¡ay! envejecer, vaya si lo hacemos.

Dejen que les cuente mi historia. No es una gran historia y nada tendría de particular si no fuera por el único y chiquitísimo detalle de que es la mía. Convendrán conmigo que, aunque insignificante, esta circunstancia resulta para mí fundamental. Aunque, tal vez… tal vez en el fondo sí lo sea. Una gran historia, digo. No sé, ustedes juzgarán. Pero, discúlpenme, a punto estaba ya de andarme por las ramas. Es esta dichosa tendencia mía a divagar que en cualquier momento me asalta. Y es que me encanta conversar aunque muchas ocasiones de hacerlo no tenga, esa es la verdad. Gajes de la vejez, ya les dije que, lenta pero despiadada e inmisericorde como suele, sin apenas darte cuenta, derrotado y solo el día menos pensado te deja. En fin, el caso es que creo haber avivado ya una pizquita su curiosidad y prometo no aburrirles si me brindan, generosos, su atención. Continuar leyendo «Cuenta la leyenda»

Pinceles a flor de piel

 

Lentamente devoró su alma la tristeza. La desesperanza, el abatimiento, la desilusión… aquella tan oscura e inexplicable atracción suya por el daño y la derrota, ganaron para siempre la batalla. Un corazón frágil y herido dejó a destiempo de latir. Perdió el otoño sus colores, a su pintor la poesía y entre ardientes campos de trigo, demacrados campesinos, cálidos y dorados girasoles,  bajo el amparo incierto de la memoria del arte y del tiempo, vaga desde entonces el espíritu atormentado, siempre sombrío, de un hombre al que un sueño de luz, emoción y color, de improviso, embrujó; de un hombre torturado con pasión por un anhelo de belleza que, sin saberlo, un breve instante, muy breve, rozó. Furia, belleza, abismo, delirio, melancolía… Impresiones errantes, hipnóticas, doloridas, fugaces… Desgarradas, malheridas y sublimes, pinceladas de eternidad. Continuar leyendo «Pinceles a flor de piel»

El genio de los deseos

 

Suspira y cierra los ojos… En su recuerdo: mil y una noches repletas de estrellas; olor a jazmín; el tañido melodioso de las campanas meciendo con dulzura el despertar de la ciudad. Una ciudad ya para siempre convertida en nostalgia. Frente a ella: el cruel silencio de las fotografías; oscuridad, tristeza, cansancio; frío y devastación. En su alma: un deseo; una súplica; una oración. Entre las nubes, lejos, muy lejos, de aquella tierra tan herida: la magia. En el destierro eterno de los mundos perdidos: un hechizo. Un genio acurrucado en su lámpara que lágrimas de impotencia y rabia lloraba. Continuar leyendo «El genio de los deseos»

De piratas y corsarios

 

En el lugar más recóndito de la isla, en una tumba sobre una colina al borde del mar, unos mortales restos reposan. Allí yace también un hechizo. El eco eterno de la aventura de un mundo perdido, la magia y la fantasía, la curiosidad, cierta infantil inocencia, es lo que aquella sepultura sin nombre custodia. Cuentan que, en las noches de tormenta, una extraña canción el viento silba, al tiempo que dos feroces bucaneros desde un velero espectral a su inmortal hacedor saludan. Ron, ron, ron… parece la ventisca gemir. Entre las olas sueña su tesoro John Silver. Enigmático, sonríe. Continuar leyendo «De piratas y corsarios»

Añoranza

 

La busco entre la sombra de un recuerdo

Nunca está

Sombra antigua, efímera y burlona

Sombra dolorida, insolente y magistral

Vagabundo de sueños

 Vagabundo de ilusión

Lucidez devastadora que, cruel, mi derrota murmura

Desgarro, pérdida, desesperanza

 Desamparo y llanto en un recuerdo ahogado

Estrella inalcanzable

Estrella mágica y fugaz

 Tenue brillo entre tanta oscuridad

 Incapaz de retenerla, junto a ella mi alma siempre va

Una lágrima en mis ojos

 Un recuerdo

 Plomo en mi silencio      Continuar leyendo «Añoranza»

Un día cualquiera

 

El día que las olas del mar apaguen con su espuma el fuego del amanecer

 Que la luz del arcoíris aplaque con su brillo la ferocidad de la tormenta

El día que bajo la arena una estrella de mar llore su añoranza por el cielo del que una noche antigua cayó

Que rocen tus ojos los míos y una sonrisa fugaz ahuyente de tu rostro el desconcierto

El día que un instante mi recuerdo venza al vacío de tu olvido…

Sólo ese día mi corazón podrá quizá latir de nuevo

 Y sentir que  alguna vez hubo magia en el mundo. Continuar leyendo «Un día cualquiera»

Quinto B

 

El mismo piso. De nuevo. Y ya eran tres los asaltos que aquel agosto había sufrido, algo ciertamente excesivo incluso para tal mes. Como siempre puerta de par en par, cajones desvalijados, libros por el suelo, nada, al parecer, que echar en falta. Un halo de misterio envolvía sin remedio a su inquilina. ¿Qué escondía aquella anciana y quién lo buscaba con tanta tenacidad? Desplomada en su sillón, rodeada de policías, ella temblaba, no de miedo sino de emoción. Debía acabar con semejante desatino ─lo sabía─ pero tanto le pesaba la soledad… Y tan divertida resultaba siempre su pequeña picardía… Continuar leyendo «Quinto B»

Niños de nadie

 

…Elige siempre la esperanza

Séneca

Elmer Mendoza nació un día de invierno frío y muy lluvioso. Nadie recuerda con exactitud la fecha pero sí el frío y la lluvia que por aquel tiempo cayó durante días. Y la niebla. Una niebla espesa que llegó de golpe a la ciudad borrando todas las cosas. Quizá fuera enero. Quizá no. Nunca a causa de semejante olvido ha celebrado su cumpleaños. Nunca ha tenido regalos, tartas, ni velas donde soplar un deseo.

Aquel invierno, el invierno de doce o quizá trece años atrás en que Elmer vino al mundo, los padres habían vendido la poca tierra que aún tenían en la aldea natal y, esperanzados como nunca estuvieron, como ya nunca volverían a estarlo, habían marchado a la capital en busca de un futuro más próspero para el hijo que venía en camino.

 Pero sabido es que nunca tuvo compasión con los pobres el destino y solo un terreno en un suburbio de la periferia, próximo en exceso al inmenso vertedero que delimita el contorno de aquella ciudad inhóspita y áspera como pocas, fue a lo que debieron conformar su nueva vida. Continuar leyendo «Niños de nadie»

Encrucijada

 

 El monótono sonido del teclado de la vieja underwood que hace  tanto tiempo su padre le regaló ─siempre desde entonces compañera fiel─ se detiene al fin. Durante horas, sin pausa, ha resonado en la habitación y de improviso un silencio denso y pesado invade la estancia. Tras los cristales, al otro lado del balcón, la tarde se apaga lentamente. Ha comenzado a lloviznar, la luz es cenicienta y fría y una fragancia suave a tierra mojada, primera advertencia de un otoño recién apenas estrenado, se cuela por alguna ventana entreabierta.

 A esa hora imprecisa que ni al día ni a la noche parece pertenecer, solitaria como un fantasma, repasa Victoria las páginas escritas. Metódica y concienzuda. Con extremo cuidado. Satisfecha, por fin. Aspira lentamente el aire limpio y húmedo del anochecer y sucede en ese instante que por sorpresa sus ojos se llenan de lágrimas. No sabe bien por qué llora. Nunca fue ella mujer muy dada a la ternura pero una emoción incontrolable, algo que no acierta a explicar, de pronto la ha conmovido de un modo extraño. Sólo es cansancio, piensa y, sí, tal vez tan sólo eso sea. Tal vez. Continuar leyendo «Encrucijada»