Lágrimas de espuma

 

Entristece la belleza del mar. En su más profunda oscuridad devora el silencio las horas y en un instante eterno, entre algas, arrecifes y corales que nadie a contemplar alcanza, parece el tiempo haberse detenido. Llora el océano su derrota y para tanto dolor y pérdidas calladas como en su fondo yacen no halla consuelo. Una lúgubre sepultura, donde sólo horror, vergüenza y muerte laten, es ahora su corazón. Refugio eterno de recuerdos, olvidos y fantasmas que en las más feroces noches de tormenta al mundo espantan con su rabia y su desgarro y hacia playas de arenas calmas los gritos ahogados de un naufragio de mil sueños imposibles, implacables, arrastran. Vidas sin tiempo. Futuro perdido. Tiempo a la deriva antes de vivir huido. Eterno fugitivo que, oculto entre olas y lágrimas de espuma blanca, las huellas de incontables ilusiones y mil rotas esperanzas a los pies de un mundo siempre a su tragedia indiferente tristemente deposita: un gemido, un lamento, el ojalá melancólico y desolado de la historia que pudo ser, de la historia que al fin nunca fue. De un delito que no cometió todos entonces -apenas un instante conmovidos- al mar culpan. Y le llaman asesino. Continuar leyendo «Lágrimas de espuma»

Y el día termina

 

Sin beso de buenas noches, sin sonrisas, sin magia, sin caricias, ahogados de improviso en la rutina, repleto el corazón de reproches sordos y marchitos… Indiferentes, insomnes, muy juntos y  muy solos, dos náufragos desvalidos en el silencio de la noche a la deriva. Así, espalda contra espalda, a mil besos de distancia, para  ellos el día termina.

 

 

 

Microrrelato para el concurso «Relatos en Cadena» del programa La Ventana de la Cadena Ser.

Colegas

 

Lo que usted diga, doctor Frankestein ─y seguro usted lo sabe mejor que nadie─ difícilmente habrá de ser aceptado por esta escéptica y miope comunidad de mal llamados científicos que a ambos nos ha tocado en suerte. Tan soberbios y engreídos todos… Sí, amigo mío, también yo he sufrido su desprecio, su gélida incredulidad. Es por eso que hoy, con la esperanza de que a través de estas líneas sienta la calidez de la mano que le tiendo, le ruego prosiga sus investigaciones. No desfallezca. Mucho más propicio a nuestro genio, querido colega, habrá de ser el futuro.

Con admiración y respeto, le saluda:

 Henry Jekyll. Continuar leyendo «Colegas»

Destino vagabundo

 

La noche se desploma triste sobre la ciudad, una advertencia de lluvia humedece el aire, el viento, frío y punzante, hiere sin piedad y la gente camina con prisa, ansiosa por regresar a casa antes de que el cielo, de golpe tan pesado y gris, derrame sobre el mundo su amenaza.

En el rincón más oscuro de una placita sin nombre, ajeno al bullicio de los transeúntes, un hombre de aspecto descuidado: ojos grises, cabello enmarañado, sonrisa reseca y agrietada ahora, quizá atractiva en otro tiempo, un hombre aterido y desamparado, prepara con cuidado su refugio de cartón mientras piensa con más ironía que amargura que, en noches como esta, nada tiene de romántico dormir a la luz de las estrellas.

Es un hombre sin edad, sin sueños, sin futuro. Un hombre que apenas existe, que arrastra sin saberlo el rumor de una leyenda de amores desdichados y flaquezas devastadoras. Continuar leyendo «Destino vagabundo»

Y de pronto volar

 

Aquel día, el día en que Ana aprendió a volar, la mañana había despertado desapacible y gris. Nada tenía de especial, era una mañana más. La mañana de un día como otro cualquiera, idéntica en apariencia a todas las de aquel gélido invierno. Una mañana más de frustraciones amargas y rabias calladas. Y sin embargo, fue aquella, justamente aquella, la que para siempre habría de cambiar su destino. Sucedió que, oculta entre los remolinos de una áspera tempestad, una pequeña ráfaga de felicidad viajaba. «Ven conmigo», le susurró al oído muy dulce y muy bajito. «Sígueme. Yo te enseñaré a volar…» Serena y confiada contempló Ana la inmensidad de aquel amanecer, de aquel cielo a esa hora tan temprana todavía en penumbra pero ya sin luna y sin estrellas y de pronto, sin apenas darse cuenta, casi sin miedo, sus pequeñas alas rotas contra la bruma comenzaron a luchar. Un sentimiento desconocido, algo muy cercano a la esperanza, se posó tímido sobre su corazón. Sintió como, suave, muy lentamente, el arañazo de la desolación y el desamparo, tanto tiempo latente en su alma, se desvanecía. Se sintió perdida y encontrada, rota y recompuesta. Sintió como una extraña fuerza se abría paso en su interior, una fuerza que tal vez siempre hubiera estado allí pero que hasta entonces ella no conocía. Y supo que volaba. Alto, muy alto… Al fin volaba. Equilibrios imposibles inventaba de repente entre las nubes mientras un sol pálido acariciaba su piel. Olvidó su dolor, su soledad y su tristeza. Se enamoró sin remedio de aquella libertad, de tanta belleza. Así que era esto, se dijo, esta euforia, esta luz, esta emoción, esta dicha tan intensa… Comprendió que nunca para nadie fue posible volar con miedo, con infinita valentía su peso para siempre desterró y al fin, aquel día, la ligereza de su risa al mundo regaló.

 

 

 

Viernes Creativos

Daños colaterales

 

Desde ese día nadie vende barquillos en el parque, no anidan las golondrinas en sus nidos, no ríen los niños y el tiempo parece para siempre detenido en un instante eterno. Ningún rastro queda ya de la magia y la felicidad, de la alegría y los sueños que alguna vez habitaron el lugar. Ha calcinado el sol la tierra, todo es gris y una desolada melancolía todo lo inunda. Entre las ruinas grita el silencio una plegaria. Un corazón vacío y dolorido llora su espanto. En nadie hallará consuelo. Triste, incómodo, invisible fantasma de una guerra antigua y olvidada. Trágico protagonista de un cuento sin alma, sin final feliz. Continuar leyendo «Daños colaterales»

Y grita el silencio

 

Escuchad. Escuchad el lamento del viento, su triste canción entre las ruinas. Prestad atención, ¿no lo oís…? Sí, escuchad… Escuchad sobre la brisa los chapoteos de los niños en el río, sus travesuras, sus juegos, sus carreras tras una pelota vieja y magullada. Escuchad cómo caen los pequeños entre risas y se arañan las rodillas, cómo trepan a los árboles y a los ruiseñores persiguen y espantan con malicia de sus nidos. Escuchad… Es el sonido bullicioso de la despreocupación y la alegría. ¿Verdad que lo oís? Un eco lejano, un latido de infancia olvidado, aroma a lumbre, sabor a chocolate, a pan con mantequilla, a nueces y castañas… Es la melancolía y la ternura que a las callejuelas de este pueblo, hace tanto a su suerte abandonado, devuelve el viento con lealtad inquebrantable. Voces suaves y mimosas, rescoldos de un tiempo antiguo y feliz un mal día tragado por la bruma, zarpazos repentinos de dulzura y pena insoportables, recuerdos, ausencias, nostalgias, mordiscos de soledad… Cenizas de inocencia perdida, entre callejones desiertos, sin ruido y sin alma, por el viento esparcidas. Por ellas grita el silencio. Por ellas llora el olvido. Continuar leyendo «Y grita el silencio»

Desesperanza

 

Frío, oscuridad y silencio en el vientre de la ballena. Apenas recuerdo cómo ni cuándo hasta aquí llegué. Perdí hace ya mucho la noción del tiempo y de mi propia vida y ésta es ahora  -tal vez para siempre- mi única realidad. Asomada a los ojos del monstruo contemplo las sombras del mundo. Tras ellos un mar inquieto y turbulento gime de dolor. En el silencio de la noche, de soledad y desamparo tiembla mi cuerpo y, agazapado en un suspiro, casi enmudecido, un conjuro de libertad a traición escapa de mis labios. Fantaseo con la huída. Escapar disuelta en una lágrima, flotar, nadar hacia la luz, ascender suave y lentamente, sentir de nuevo la caricia ligera del viento, el amable calor del sol. Y respirar. No sería difícil mas sé que no lo haré. Ningún lugar hacia el que huir existe ya. Si tan sólo pudiera olvidar…

 

 

 

Viernes Creativos

Petrificado

 

No. No dejen que mi pose les engañe. No soy un filósofo. Tampoco un poeta aunque, para ser justo, debo confesar que durante mucho tiempo ese fue mi mayor anhelo en el mundo y con gusto hubiera renunciado a la inmortalidad de mi alma a cambio del don de la poesía, de la magia, la delicadeza y la dulzura, de la sensibilidad y la inspiración precisas para atrapar el murmullo de las musas,  para componer los más bellos versos de amor jamás imaginados. Los versos que, tal vez, hubieran podido cambiar mi destino. Soy un hombre herido y sé que  no debo recrearme en mis tristezas, que la autocompasión nunca fue buena compañera pero, qué quieren, soy débil y hay días en que, por mucho que lo intente, no puedo evitarlo. Entonces, cuando nadie me ve y siempre sin hacer ruido, lloro un poquito. Hoy ha sido uno de esos días y no saben cómo lamento que, precisamente ustedes, me hayan encontrado en tan lamentable estado, hecho un mar de lágrimas, pero es que cuando hace un momento la vi parada frente a mí, observándome con esa atenta curiosidad tan suya, sin reconocerme, preguntándose intrigada por el dolor que sin duda adivinó tras mis ojos cansados para alejarse después cogida de la mano de aquel Don Juan tan rubio, tan alto, tan desenfadado y sonriente, mi corazón de piedra volvió a romperse, como aquel día tan lejano ya, en mil pedazos diminutos. Y aquí estoy. De nuevo traicionado. Como entonces. Como siempre. Con lágrimas en los ojos y las manos llenas de poemas rotos.

¿Qué me ha pasado, preguntas? ¿cómo explicarlo…? La vida y tú.

 

 

 

Este relato apareció publicado en el nº 33 (mayo 2017) de la revista «Valencia Escribe» y en el   blog  «Tertulia de Escritores» el día 17 de marzo de 2018.

Emily

 

Oculto entre la niebla, etéreo y espectral, se perfila el contorno rocoso de los páramos. Siempre su refugio. Perfecto escondite para la niña huraña y en exceso sensible que alguna vez fue. Consuelo ahora para el imposible anhelo de libertad de una joven que, a fuerza de soledad, conoce como nadie los tormentos y recovecos del alma humana. Atrapada en la poesía del paisaje, su corazón sangra lejos de allí. Y allí, entre nieves y ventiscas inclementes, esta mujer rebelde y solitaria, cautivada por los versos de Lord Byron y Walter Scott, rara al decir de sus vecinos y objeto de miradas compasivas por haber quebrado un día la senda ancestral que marcaba su destino, sueña otros mundos, inventa amores transgresores e infernales, pasiones turbulentas, delirios que jamás conocerá. A lo lejos, mientras tanto, la tormenta se cierne amenazante sobre unas cumbres heladas, románticas, abruptas, fantasmales y eternamente borrascosas.

 

  Este relato resultó mencionado en el certamen marzo-abril 2017 de «Esta Noche Te Cuento».