Mutis

 

La función estaba a punto de terminar, el eco del disparo retumbó en la sala como un trueno, Violeta cayó contra las tablas y…

A partir de ahí todo se vuelve confuso en mi cabeza.

Sangre, gritos, desconcierto…

Duele. El recuerdo duele pero me obligo a recordar.

Mi mente revive aquella noche una vez y otra y otra más, enredada a un bucle eterno sin principio ni final.

No me arrepiento. Sé que hice lo correcto.

El fogonazo me cegó por un instante, sentí el golpe seco de su cuerpo contra el suelo, los primeros chillidos de espanto…

Solté la pistola gritando su nombre ─«¡Violetaaa!»─, corrí hacia ella, acuné entre mis brazos su último suspiro… Continuar leyendo «Mutis»

Pide un deseo

 

Se desvanecían enseguida, apagados como fuegos de artificio, pero antes de eso, ¡ay!, antes de eso cualquier cosa era posible. Un reguero de deseos recorría veloz el firmamento, lo alumbraba de esperanza a lomos de una estrella y un destello fugaz vestía el cielo con su magia. Luego, aquel botín de sueños moría sin llegar a su destino y la estrella lloraba en secreto su fracaso. No era su culpa: jamás tuvo el poder que le achacaron. Pero tan extendida estaba su leyenda que hasta ella misma la creyó. Y un empeño inquebrantable latía cada noche entre su estela: un afán, un anhelo, un ojalá. Continuar leyendo «Pide un deseo»

Pesadillas

 

Los terrores nocturnos se habían convertido en rutina habitual. «No pasa nada cariño, son solo pesadillas», la tranquilizaba cada mañana mamá. «Los monstruos no existen, mi niña, no pueden colarse en tu cama», le guiñaba un ojo papá. Ella sorbía despacito el colacao, ensayaba en su rostro una sonrisa y fingía ser valiente. Camino del colegio, trataba de sacar al monstruo de su cabeza. Lo intentaba con todas sus fuerzas pero era tan difícil… ¡Si al menos su cara no fuera tan parecida a la de papá!, musitaba en silencio. Y un pinchazo de culpa anudaba al instante su garganta. Continuar leyendo «Pesadillas»

Clifford, Lucy: La nueva madre y otros cuentos

 

No existen madres con ojos de cristal y colas de madera. Serían demasiado caras de fabricar.

«La fortuna del escritor es veleidosa. Algunos autores venden miles y miles de libros a lo largo de su vida y sus trabajos son elogiados por la crítica y adorados por el público. Y sin embargo, aunque parecen destinados a perdurar, su obra pierde relevancia a toda velocidad y diez años después de su última publicación nadie se acuerda de ellos. Otros viven en la más absoluta miseria; la fama, el dinero y el prestigio los eluden hasta que mueren. Entonces, de pronto, su genio es reconocido.» Continuar leyendo «Clifford, Lucy: La nueva madre y otros cuentos»

Marte

 

Viajar a las estrellas había sido su sueño desde niña. Asomada a su telescopio dibujaba constelaciones, adivinaba galaxias e inventaba un futuro de exploradora espacial repleto de cohetes, de hallazgos fabulosos y amigables extraterrestres, contentos de contribuir al éxito de su investigación.

 Durante un tiempo Max, un cándido marcianito sospechosamente parecido a E.T. ─¡cuánto la había hecho llorar esa película!─, fue su mejor amigo. Su confidente. También su secreto mejor guardado. En ocasiones, él le reprochaba tanto secretismo pero al final se resignaba. Eran gajes del oficio, se decía: no es posible presentar así como así a un amigo invisible sin que a uno lo tomen por loco. Y un buen amigo comprende esas cosas. Continuar leyendo «Marte»

Superman

Todo ha salido mal. Estrepitosamente mal. Un fracaso total, vaya. Eso es lo que ha sido. Y no entiendo qué ha fallado porque en teoría mi plan era perfecto. En teoría, claro, solo en teoría. En la práctica a la vista está que no lo ha sido. En fin, que lo había preparado todo con mimo y repasado cientos de veces. Meses y meses de trabajo sin dejar un solo detalle al azar, cabina incluida. Que esa es otra: medio mundo he  tenido que recorrer para encontrar al fin la dichosa cabina de teléfonos. El traje, el peinado  ─litros de gomina, caracolillo en la frente─  la coreografía… Todo perfectamente ensayado, ya digo. Tres vueltas a la izquierda, tres a la derecha, espiral, torbellino, puño en alto y… ¡voilà!. Tejado por los aires y a volar. ¡Parecía tan fácil! Y, sin embargo, lo único que he conseguido ha sido darme de morros contra el suelo y una brecha en la ceja digna del mejor combate de boxeo. Suerte que nadie ha presenciado semejante ridículo. Eso creo, al menos y es lo único que ahora me consuela. Aunque cuando se me pase el susto y el mareo quizá lo vuelva a intentar. Tampoco Clark Kent acertaría a la primera. Vamos, digo yo…

 

 

 

 

Relato publicado en el nº 2 de la revista de El Tintero de Oro «El club de la microficción»  (abril 2022)

 

La maestra del valle

 

─Buenos días, señorita Sullivan.

─Buenos días, niños ─sonrió la maestra al cantarín saludo de los alumnos. Se acomodó en su pupitre y esperó un instante a que los chiquillos prepararan plumieres y cuadernos─ Muy bien, decidió al fin. Abrid todos el libro de lectura por la página veintisiete. ¿A quién le toca hoy empezar a leer?

Un crío pelirrojo con la cara llena de pecas y aire desenvuelto levantó la mano, se puso luego en pie y, al gesto de su profesora, comenzó en el párrafo indicado:

A las márgenes del río, allí se extienden campos anchos de cebada y de centeno…

Cómo Carla Sullivan había llegado a convertirse en la maestra del valle, era para ella misma un misterio. Dos años atrás hubiera tomado por loco a quien le hubiera predicho aquel futuro pero… allí estaba ahora: perdida en una tierra remota, solitaria y poblada por gentes sencillas que nada sabían de su vida y su pecado. Continuar leyendo «La maestra del valle»

Aprendiz de superhéroe

 

Me chifla volar. Flotar en el aire como una cometa, subir rápido, rápido hacia las nubes o bajar luego muy despacito hasta el suelo… ¡Uf! Alucinante, en serio. ¡Y con el miedo que me han dado siempre las alturas! que si no me agarro enseguida a la mano de mamá y cierro los ojos, me mareo y me salta una cosa rara dentro del estómago que… ¡Si supierais la que lié la primera vez que monté en la noria!

Por eso y porque, vaaale, a lo mejor soy una pizca cobardica, me costó un poco aprender la técnica. Aún no la domino del todo, en realidad. No tengo mucho estilo y en los aterrizajes más de una vez me gano todavía algún coscorrón traicionero. Pero es que no es nada fácil, no creáis, y ser autodidacta tiene sus riesgos. Bueno, del todo, del todo, autodidacta tampoco, no os voy a mentir. El Superhéroes. Manual para principiantes que el verano pasado encontré en el desván de los abuelos me ha ayudado una barbaridad. Estaba entre un montón de libros viejos que la abuela y yo clasificábamos para donar a la biblioteca. Lo guardé pensando en Nico porque, aunque a mí no me gusta nada leer, a mi hermano le encanta y las historias de superhéroes son sus favoritas. Continuar leyendo «Aprendiz de superhéroe»

Efectos secundarios

 

Yo no sé si fue mi culpa. No soy supersticioso pero… no lo sé. Me empeño en hablar de casualidad. Pensar otra cosa sería una locura, me digo luchando contra un eco de mala conciencia atrapado en mi cabeza. Y sin embargo…

Lo cierto es que yo pedí el deseo y luego, bueno, todo el mundo sabe lo que ocurrió luego.

Fue un acto reflejo. Una perseida llenó de luz el firmamento, la súplica mil veces repetida escapó de mis labios y… Continuar leyendo «Efectos secundarios»

El secreto de la casa al pie de la colina

 

Sus últimos inquilinos la creían encantada. Impregnada por una presencia extraña que, en cualquier momento −contarían luego−, sentían al acecho. Algo que los observaba, que se burlaba de sus miedos y no lograban conjurar. Una noche de tormenta, el destello de un relámpago confirmó sus aprensiones y los hizo huir despavoridos. Nunca regresaron y la casa permanecía inhabitada desde entonces, rodeada por un halo de leyenda.

Aquello había sucedido mucho tiempo atrás, tanto que ya nadie en el pueblo recordaba con exactitud lo ocurrido pero el lugar mantenía intacto su misterio y la casa al pie de la colina se desmoronaba lentamente por falta de atenciones. Los propietarios no lograban traspasarla y los carteles de «se vende» desaparecían, poco a poco, tragados por la hiedra. Continuar leyendo «El secreto de la casa al pie de la colina»