
La tarde declinaba perezosa. Una brisa suave aleteaba entre las flores y un destello de luz vestía de grana las hojas de los árboles. Ajeno por completo al espectáculo del crepúsculo, Isaac recorría despacio su jardín, manos a la espalda, cabeza gacha, absorto en sus preocupaciones. Hacía días que algo rondaba su mente: una intuición, un pensamiento que no lograba atrapar, una idea que burlaba su inteligencia y todo su esfuerzo. La acababa de tener ahora mismo a su alcance, susurrándole al oído. La había presentido un instante, había intentado cazarla pero… se le había escurrido entre los dedos. Otra vez. Como siempre.
Suspiró al fin con resignación asumiendo la derrota, alzó la mirada al cielo y sonrió extasiado ante la belleza de la tarde. Una maraña de colores incendiaba las nubes con su resplandor y un anuncio de otoño llenaba el aire de melancolía.
Espantó con un gesto sus cavilaciones, recostó sus huesos cansados contra el tronco de un manzano y cerró los ojos.
Ya había oscurecido cuando la voz de su esposa −«cariñooo…»− lo hizo despertar con un respingo. Se levantó de un salto, alisó su levita descuidada y corrió hacia la casa. «La cenaaa…», la escuchó gritar de nuevo.
A su espalda, en el punto exacto donde un momento antes había estado echado, una fruta golpeó la tierra al caer del árbol. Un golpe seco, perpendicular y rotundo. Pero él ya se alejaba y no se detuvo a pensar en ello.
Relato para el reto «¿Y si nos hacemos una ucronía?» de «El Tintero de Oro».
Punto Jombar: ausencia del golpe de manzana que, según la leyenda, inspiró a Newton su teoría de la gravitación universal. Sin ella mundo y ciencia actual serían inexistentes (aeronáutica, teoría del átomo, radioactividad…).
Relato publicado en el nº 16 (noviembre 2021) de la revista «El Tintero de Oro Magazine».


