
Mi destino es ser vagabunda. No tengo tierra natal
Novelista, poeta, reportera de guerra, Hayasy Fumiko (1903-1951) fue, en su momento, una de las autoras más reconocidas y más populares de Japón. Dedicada a la escritura desde muy joven, comprometida siempre con la denuncia de la discriminación a la mujer y las situaciones de pobreza, comenzó su carrera literaria en los años veinte del pasado siglo con diversas publicaciones en revistas de la época, pero no sería hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial cuando ganaría fama y prestigio.
El «Diario de una vagabunda» es sin duda su historia más personal. Fue inicialmente publicada por entregas (1928-1930), alcanzó enseguida un éxito tremendo y tiene, en realidad, más carácter de biografía que de novela.
La autora recorre en su relato los años correspondientes a su primera juventud, rememora una infancia mísera e inestable, llena de pobreza; las dificultades que, con apenas dieciocho años, hubo de afrontar tras su llegada a Tokio, sola y siguiendo los pasos de un amante que luego la abandonaría. Revela sin imposturas sueños, desilusiones, alegrías, miedos, traiciones… permitiendo al lector asistir de tal modo a la lucha por la supervivencia en la opresiva sociedad japonesa de principios de siglo de una joven que aspira contra viento y marea a un futuro mejor; alguien que ante la impotencia del hambre y la falta de trabajo llega a envidiar incluso la fortuna de las prostitutas que tienen la cena asegurada cada noche. Una mujer valiente que no se resigna, que pelea por su libertad y ansía ser feliz.
Con una prosa sencilla, delicada y muy poética, muy libre también, Fumiko habla de su situación como hija natural de una pareja de vendedores ambulantes que apenas pudo ocuparse de ella, del desarraigo, del amor incondicional que, pese a todo, sintió siempre por su madre, de su pasión por la escritura, de la poesía como tabla salvadora a que aferrarse ante el desamparo de un presente que no da tregua.
Sin orden, ni estructura lógica, sin seguir tampoco un hilo temporal riguroso y siempre a modo de diario, es esta la memoria de un tiempo que entremezcla fantasía y realidad, un desahogo emocional frente a la desesperación y la miseria, una declaración de amor a la literatura que ya por entonces comenzaba a vislumbrarse como posible horizonte y a marcar su destino (quiero estar tranquila, quiero leer, anota simplemente como declaración de intenciones uno de los días).
Historia dura y melancólica a la vez, contada con una narrativa dulce y cargada de sensibilidad que no disfraza el dolor y la soledad atrapada en el recuerdo ─Soy una mujer hueca, no tengo ni habilidad, ni riqueza, ni belleza para vivir, se lamenta en determinado momento─ pero que tampoco cae en la desesperanza ni pierde nunca la ilusión por el sueño de otra vida:
…Llevando un borrador de poemas amarillento que es mi mujer y mi marido, lo único en lo que creo, iré a la costa del mar de Japón.
Igual que una niña, igual que una niña, con candidez cruzaré el mundo.