
Una eternidad de fealdad para expiar mis culpas
Acusada de provocar una guerra mítica, prototipo de mujer manipuladora y seductora, de belleza casi divina, Helena de Troya (única hija de Zeus con una mortal) decide someterse sin disfraz al juicio de los hombres para dar su versión de lo ocurrido, en un particular ajuste de cuentas con la providencia.
Con ese punto de partida, Miguel del Arco, autor y director de una obra provocadora ya desde el mismo título, arma una historia donde da voz a un personaje atrapado en su leyenda: una leyenda que odia y de la que no logra escapar. Una mujer ahora envejecida, desafiante y mordaz, que, de un modo muy crudo, rememora su historia en busca de justicia («¿quién escribe la historia?», repite continuamente, a medio camino entre la rabia y la impotencia). Una mujer adicta al vino y a una pócima que adormece su dolor y no deja, por eso, de beber; que, harta del odio suscitado, reivindica sus decisiones, sus victorias y derrotas; que expone frente al mundo sus heridas y su intimidad más honda; que reclama, al fin, su derecho al silencio y al olvido.
Una revisión del mito donde Helena toma las riendas de su destino, cuestiona a los héroes, se rebela contra el maltrato sufrido y reta con insolencia a unos dioses que la ignoran y parecen haberla abandonado, en un texto salpicado de ironía pero con una gran carga dramática que la interpretación de Carmen Machi llena de matices.
Saltando de la cólera a la angustia, de la esperanza a la desolación, asistimos a un monólogo con una gran variedad de registros que duele y conmueve por el sufrimiento y la amargura latente en cada palabra pero que también invita a reflexionar por la crítica hacia el poder, hacia la persistente invisibilidad de la mujer y hacia ciertos estereotipos que contiene.
Una obra magnífica, representada con enorme éxito en su momento, disponible ahora en el programa «Escenario 0» de HBO.