La espía de moda

 

La agente F-7124 volaba de regreso a Berlín con un fracaso bajo el brazo y la desilusión pintada en el rostro. No había sido su culpa pero ¿qué importaba?, el descalabro era absoluto y suya la responsabilidad. Sin contactos ni medios adecuados, la misión había descarrilado apenas iniciada. Enviarla a Madrid sin cobertura, a expensas solo de su encanto, por más que resultase halagador, había sido un error imperdonable. Ingeniosa, cautivadora, irresistible…, su arsenal de seducción había fallado con estrépito en el momento más inoportuno. El embajador británico había rechazado su propuesta y no hubo forma de obtener pasaporte hacia Inglaterra. Había estado tan cerca, ¡maldita sea!, se lamentó con amargura. El orgullo le dolía pero no todo estaba perdido, solo necesitaba tiempo y recursos.

El papel de mediadora que le habían encargado la entusiasmó desde el principio. París estaba llena de soldados, el Ritz era una fortaleza, el mundo conocido se desmoronaba ante sus ojos y aquel mandato era un soplo de aire fresco, la ocasión de una aventura. Ella era una gran negociadora y Winston le tenía simpatía. Habían coincidido en varias ocasiones y si lograba llegar a Londres la recibiría de inmediato, estaba segura. En cualquier caso, el plan de paz que dormía en su maleta bien merecía el esfuerzo. Las tropas rusas amenazaban Berlín, los aliados se desangraban en una guerra que ya duraba demasiado y la deriva de Hitler inquietaba al sector más moderado de su ejército. El pacto era beneficioso para todos y si salía adelante quienes ahora la tachaban de oportunista y la acusaban de colaborar con el enemigo pasarían a considerarla una heroína. Un estremecimiento de anticipación sacudió su cuerpo al imaginar esa posibilidad, arrinconó en su mente la decepción que segundos antes la invadía y se armó de argumentos para convencer al alto mando alemán de su aptitud. Le debían otra oportunidad. Si la dejaban intentarlo de nuevo lo conseguiría, nada quedaría al azar en esa ocasión. Sonrió ante la expectativa y fantaseó un instante una vida clandestina, repleta de intriga y peripecias. El mundo de los espías ─turbio como pocos, debía reconocerlo─ le había gustado más de lo esperado y un pequeño contratiempo no la haría renunciar. Su red comercial se extendía ya por media Europa y no era cuestión de desaprovechar la coyuntura. Fama y relaciones la hacían valiosa y aquellos eran tiempos extraños. Elegante, perspicaz, mujer de éxito en un ambiente bien lejano a la política, su nombre era sinónimo de buen gusto y distinción, máscara perfecta donde camuflar segundas intenciones. Si jugaba bien sus cartas nadie sospecharía de ella jamás.

─Diez minutos para aterrizar, Frau Chanel.

La voz de la azafata la trajo de vuelta a la realidad.

─Gracias, asintió con un golpe de cabeza.

Un gajo de luna se recortaba en el cristal. A lo lejos, se adivinaba la ciudad.

 Buscó en su bolso el frasquito de perfume que llevaba siempre encima como un talismán y, tras refrescar con dos gotas sus muñecas, se dispuso a afrontar el momento decisivo. La suerte estaba echada y su estrategia trazada.

 

 

 

Coco Chanel negó siempre haber colaborado con los nazis durante el régimen de Vichy. En los archivos de las SS, no obstante, constaba su nombre entre los espías al servicio del Reich. En 1943, al parecer, se le encargó la misión de hacer llegar hasta Inglaterra un plan de paz que detuviera la contienda. Viajó a Madrid para conseguir el apoyo del embajador británico en España pero no tuvo éxito. Tras la guerra, fue juzgada como colaboracionista. La intervención de Churchill evitó que fuera condenada. Ella siempre negó tal circunstancia y jamás habló de lo sucedido durante aquellos años.

Tintero de plata junio 2023

Relato publicado en la antología de El Tintero de Oro Sospechosos de la tinta (diciembre 2023)

 

Deja un comentario