
─¡Abuelo, abuelo, corre, ven! ¡La estrellita más pequeña se ha perdido!
La chiquilla tiraba de la mano del abuelo, arrastrándolo hacia la ventana.
─Bueno, bueno ─sonrió el hombre─, vamos a ver donde se ha escondido esa pequeñaja.
─¡Mira! Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis… ¡Falta la última! ¡La más pequeñita! ¡No está!
Cada noche, Sofía buscaba en el cielo la Osa Mayor. Era su constelación favorita. Una familia de siete estrellas que recorría el firmamento en busca de aventuras y ayudaba a los viajeros a encontrar su camino, le había contado el abuelo el día que las vio por primera vez. Desde entonces, antes de ir a dormir, ella les hablaba en silencio e imaginaba lo bonito que sería acompañarlas.
─Tranquila, cariño. Vamos a buscarla bien.
Una lágrima rodó por la mejilla de la niña.
─¡Ay, abuelo!, ¿dónde está?
─¿Ves esas nubes que tapan un poquito el carro? Seguro que ha ido a jugar con ellas, no te preocupes.
Una ráfaga de viento sopló con fuerza, traicionando el escondite de la estrella.
─¡Mira! ─palmoteó con alegría la pequeña─ ¡si estaba ahí, detrás de la nube! ¡Será traviesa!
Cómplice y llena de historias, la Osa Mayor teñía de magia las alturas.
Emociones: inquietud, tristeza, sorpresa, alegría.

