Mitchell, Margaret: Lo que el viento se llevó

 

Dios es testigo de que nunca volveré a pasar hambre

Galardonada en 1937 con el premio Pulitzer de novela (única que escribiría su autora, la periodista Margaret Mitchell) y uno de los mayores best-sellers de la historia de la literatura, es «Lo que el viento se llevó» retrato perfecto de un mundo que agoniza, de un modo de vida, el de los estados americanos del sur, condenado a desparecer tras la guerra civil que durante cuatro largos años (1861-1865) mantuvo enfrentados norte y sur.

Estructurada en cinco partes, la narración aborda la vida de la familia O´Hara, dueña de una rica plantación (Tara) en el estado de Georgia, durante los convulsos años de la guerra y la posguerra y más allá de su conocidísimo argumento: del amor frustrado entre Scarlett y Ashley, de la dulzura e inagotable comprensión de Melanie con quien él acabará casándose o de la desfachatez y cínico oportunismo del capitán Butler, recorre meticulosamente  la historia de los Estados Unidos durante esos años.

De la mano de los O’Hara asistimos al desmoronamiento de un mundo que muere y al nacimiento de la nueva época destinada a sustituirlo. La melancolía por ese mundo perdido, la decadencia y el romanticismo que hay siempre en ella, impregna gran parte de un relato que al narrar también con todo detalle la guerra y sus miserias (piojos, miedo, disentería…) desmitifica el halo de heroicidad que tiende a envolverla y contiene en realidad una crítica feroz hacia sus finalidades y motivos.

«Cualquiera que sea el noble fin que le asignen a la guerra, la razón de esta es siempre una sola: el dinero», argumenta por ejemplo Rhett Butler para criticar cómo políticos y hombres de estado engañan sin ningún remordimiento a unos soldados siempre dispuestos a combatir con valentía en una guerra equivocada.

O en una de las cartas que escribe desde el frente, consciente de la inutilidad de la lucha, se lamenta también Ashley con su esposa: «Combato por los viejos tiempos, por las viejas costumbres que amo tanto y que temo desaparezcan para siempre. Porque venciendo o perdiendo, nosotros perdemos de todos modos. Temo que, una vez terminada la guerra, no volvamos ya a los tiempos antiguos. No sé lo que nos traerá el futuro pero ciertamente no podrá ser tan bello como el pasado».

Otro de los grandes temas de la novela es el de la esclavitud. Cuestión que con absoluta honestidad Mitchell plantea huyendo de la habitual dicotomía entre buenos y malos. Sin ocultar el salvajismo de algunas prácticas esclavistas o el nacimiento incluso del mismo Ku Klux Klan, la autora muestra una familia que trata con extrema corrección a sus esclavos hasta el punto de considerarlos un miembro suyo más. A ello enfrenta luego la hipócrita actitud de las esposas yankies que, dueñas en este asunto de una posición moral superior, tras la ocupación de Atlanta, rechazarán sin embargo entre otras cosas dejar sus hijos al cuidado de niñeras negras por desconfianza y un mal encubierto racismo.

Interesante también el sistema de clases que se establece entre los propios esclavos donde los trabajadores domésticos se atribuyen con orgullo un rango superior a los del campo y tanto lo defienden que, pese a la devastación y la situación límite en que se encuentra Tara durante los últimos meses de la guerra, se niegan a ayudar a Scarlett y la dejan sola en lo que respecta a esa labor.

La tradición, el honor, la lealtad, el amor, el respeto a la tierra y los ancestros son cuestiones que subyacen bajo la historia de Scarlett O´Hara, absoluta protagonista de la novela y personaje al que su autora dota de unos rasgos impropios y muy poco habituales para la época en una figura femenina, dando así vida a una mujer fría, fuerte, calculadora, práctica y sin escrúpulos, que nunca busca la aprobación social de su conducta y cuyas acciones parecen en todo momento regidas por la conveniente idea de que el fin justifica los medios; una mujer anclada al presente, que mira al futuro y se niega a sufrir el daño que provoca la nostalgia de lo perdido, de lo irremediable, de lo pasado… Significativo en ese sentido el continuo «ya lo pensaré mañana» que adopta como lema.

Hija de una conocida sufragista y sensibilizada sin duda con el tema de la mujer, entre líneas pero de forma evidente, introduce también con su relato Margaret Mitchell una crítica a los convencionalismos y limitaciones a que de continuo se han encontrado sujetas las mujeres. Así con muchísima ironía hace decir en un fragmento a Rhett Butler: «¡Pero Scarlett! ¡Usted ha leído un periódico! No lo vuelva a hacer; es una lectura que crea confusión en el cerebro de las mujeres», o respecto a la actitud de la propia Scarlett: «Se esforzó en no llorar. El llanto no servía ahora de nada. La única ocasión en que podía servir el llanto era cuando se tenía cerca a un hombre de quien se quisiera obtener algún favor». Con más claridad la hará indignarse luego: «¡las mujeres pueden hacer cualquier cosa, todo, sin el auxilio masculino… excepto parir hijos y Dios sabe que ninguna mujer con los sentidos cabales tendría hijos si pudiese evitarlo!».

Destacar finalmente la magnífica película que sobre esta historia rodó en 1939 Victor Fleming (gran parte de ese rodaje pertenece a George Cukor pero fue Fleming quien lo concluyó), tan exitosa que acabó por eclipsar a la novela y que para siempre regalaría a Scarlett el bellísimo rostro de Vivien Leigh.

Reseña publicada en el nº 7 (marzo 2020) de la revista «El Tintero de Oro Magazine».

 

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