
Me acuerdo de mil y una noches repletas de estrellas, del brillo de la luna llena, de aquellos mágicos amaneceres cubiertos de rocío…
Me acuerdo del olor a jazmín, del tañido melodioso de las campanas meciendo dulcemente el despertar de la ciudad. Una ciudad ya para siempre convertida en nostalgia…
Me acuerdo de las risas; de los sueños; de la alegría y la esperanza.
Me acuerdo de la inocencia y la ternura.
Me acuerdo de ti.
Y olvido. Sí, también algunas veces olvido…
Olvido con infinito esfuerzo que un día el tiempo se volvió contra mí.
Olvido la oscuridad y el cansancio; el frío y la tristeza.
Olvido la devastación; el miedo; los llantos; la rabia y el dolor.
Olvido el silencio eterno de las fotografías; este desamparo; la expresión rota de tu rostro cuando lo impensable sucedió…
Olvido que mi corazón junto al tuyo se detuvo y que hay heridas que no cicatrizan jamás.
Y entonces, al fin, sólo en ese instante dulce y cálido donde la desmemoria triunfa, un recuerdo antiguo espejea en mi mirada y un destello de felicidad salpica mi alma…
Recuerdos de la vida que fue. Recuerdos de una vida ligera y suave. De mi vida antes de la huida y el horror. Recuerdos de Alepo.

