Sin rumbo

 

Lento, muy pausado, casi perezoso, el tren abandona la estación. Listos para emprender un camino que apenas intuyen pero muy largo e incierto adivinan, en sus vagones se acomodan los últimos viajeros. Espectros silenciosos sobrecogidos por el frío y la desolación de esta noche sin luna a la que de improviso se han visto arrojados, forzados por una repentina y cruel destrucción de anhelos y esperanzas que a comprender no alcanzan, con una mirada de infinita tristeza se despiden del mundo que, sin ellos, tan desamparado y helado ahora queda.

Inmóvil, detenida en el andén, una mujer algo marcada por la edad y las inclemencias del tiempo y de la vida, observa como poco a poco, en la distancia, el extraño convoy se aleja. Una vez más − imposible ya resulta saber cuántas− lo dejó pasar y quizá ahora se arrepienta.

Deseos, sueños, fantasías, ilusiones… que desfallecidos, quejumbrosos, muy veloces, en la negrura de la noche se extinguen y en el aire una huella de misterio y pesadumbre dejan.

Un leve brillo al fondo de sus ojos celestes traiciona las lágrimas que ella se resiste a derramar. De nada sirve llorar lo que no fue, lo que nunca será.

Diluido entre la bruma de sus miedos y silencios se desvanece, mientras tanto, para siempre y sin remedio el tren de las oportunidades perdidas.

 

 

 

Viernes Creativos

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