
¿Alguna vez te has fijado en la hoja de un helecho cuando se despliega?
Tina Hopgood, una granjera inglesa dedicada por completo a su familia, decide un día contactar por carta con un viejo profesor de arqueología que cincuenta años atrás, en el prólogo de una de sus obras, le había agradecido −a ella y al grupo de estudiantes del que por entonces formaba parte− el interés por sus investigaciones sobre el hombre de Tollund, un ser perteneciente a la Edad del Hierro cuyos restos constituyen ahora la pieza más destacada de la colección del museo de Dinamarca que los exhibe.
Poco después Tina recibe respuesta del conservador del museo, Anders Larsen, comunicándole el fallecimiento del investigador pero tratando también de dar respuesta a sus preguntas e invitándola a visitar el centro.
Comienza así una correspondencia que se convertirá muy pronto en la base de una amistad fundamental para ambos e irá ganando con los meses en intimidad y cercanía.
De un modo muy delicado, con enorme sensibilidad, la autora nos asoma, a través de sus escritos, a la vida de sus protagonistas: a sus renuncias, frustraciones, ilusiones… a la evolución que poco a poco irán sufriendo y a los descubrimientos que, al analizar en detalle sus reacciones y comportamientos pasados, irán haciendo sobre sí mismos. Dos desconocidos cuyos caminos se cruzan en un momento de desconcierto vital que van hallando entre sus cartas la comprensión y el consuelo del que carece su realidad cotidiana.
Repleta de reflexiones, de dulzura y serenidad, es esta una historia que habla del valor de las pequeñas alegrías cotidianas, del regalo que implica siempre su descubrimiento y la importancia de agradecer y apreciar tales hallazgos: la belleza oculta en una mata de frambuesas, la emoción atrapada en un poema, la amabilidad de una sonrisa inesperada… De la capacidad también de las palabras para conjurar demonios y explicar el mundo, para calmar angustias y atenuar dolores.
Una novela que remite de inmediato a la magnífica «84 Charing Cross Road» de Helene Hanff por la estructura epistolar sobre la que ambas están construidas y la sutileza y cuidado con que, a través de sus rutinas, intereses y pequeñas confesiones, van desvelando las autoras el alma de sus personajes.
Primera incursión literaria de la británica Anne Youngson, escrita a la edad de setenta años (cuestión sobre la que ella misma ironiza al decir en la nota de presentación incorporada a esta primera edición de Maeva que nadie imaginaría como escritor novel a una abuela jubilada con tres nietos), la publicación de esta historia demuestra la vital importancia de no rendirse nunca a las circunstancias y luchar a toda costa por alcanzar los sueños.