
Me chifla volar. Flotar en el aire como una cometa, subir rápido, rápido hacia las nubes o bajar luego muy despacito hasta el suelo… ¡Uf! Alucinante, en serio. ¡Y con el miedo que me han dado siempre las alturas! que si no me agarro enseguida a la mano de mamá y cierro los ojos, me mareo y me salta una cosa rara dentro del estómago que… ¡Si supierais la que lié la primera vez que monté en la noria!
Por eso y porque, vaaale, a lo mejor soy una pizca cobardica, me costó un poco aprender la técnica. Aún no la domino del todo, en realidad. No tengo mucho estilo y en los aterrizajes más de una vez me gano todavía algún coscorrón traicionero. Pero es que no es nada fácil, no creáis, y ser autodidacta tiene sus riesgos. Bueno, del todo, del todo, autodidacta tampoco, no os voy a mentir. El Superhéroes. Manual para principiantes que el verano pasado encontré en el desván de los abuelos me ha ayudado una barbaridad. Estaba entre un montón de libros viejos que la abuela y yo clasificábamos para donar a la biblioteca. Lo guardé pensando en Nico porque, aunque a mí no me gusta nada leer, a mi hermano le encanta y las historias de superhéroes son sus favoritas.
Nico es mi hermano, claro. Mi hermano gemelo. Y no, no nos parecemos tanto como seguro que ya estaréis pensando. Yo, por ejemplo, odio el colegio. La seño dice que me distraigo con el vuelo de una mosca, que no atiendo nunca en clase ─«Lucíaaa», me regaña a la mínima, con tonito de disgusto─ y que por eso saco tan malas notas. A él, sin embargo, le fascina. El cole, digo. Es muy inteligente y sabe mucho de todo aunque, a veces, se haga un poco el tonto para no dejarme en mal lugar. Pobrecillo, si a mí no me importa, yo también soy lista pero es que las lecciones me aburren taaanto…
Lo que no soporta es el pueblo, ya veis, con lo divertido que es bañarse en el río y trepar a los árboles pero, no, lo aborrece de una manera (yo creo que le tiene miedo a Trufa, la perrita pekinesa de la abuela, que para ser tan pequeñaja gruñe como una leona) que papá y mamá ya no le obligan a venir de vacaciones conmigo. Prefiere quedarse solo en casa mientras ellos trabajan, leyendo y jugando a la consola que ir donde los abuelos.
Por eso aquella tarde guardé el libro, para regalárselo a la vuelta. Pero, ¡ay!, dos semanas sin wifi y sin amigos hacen milagros. A la mañana siguiente diluviaba, Trufa roncaba en el sofá, los abuelos discutían algo en la cocina y, como nadie se ocupaba de mí, me puse a leer.
Capítulo Primero: ¿Quieres volar como Superman?
¿En serio? ¡Pues claro! ¿Quién no querría volar como Superman?
Cierra los ojos, respira, concéntrate…
¡Bfff! ¡Vaya rollo! Igual que la clase de yoga de mamá.
…Aprieta fuerte los puños, coloca los brazos en posición vertical y levántalos por encima de tu cabeza.
Vale. Puños cerrados. Brazos arriba. Fácil.
…Gira tres veces sobre tu eje como una peonza.
Giro, giro, giro y…
¡PLOFFF!
¡Ay, qué susto! ¡Y qué daño!
Pero… ¡Si había volado!
Sí, había salido disparada hacia el techo y, un segundo después, estaba estampada contra el suelo. ¡Menudo chichón me empezaba a salir!
El truco funcionaba pero vaya batacazo. Culpa mía, desde luego, ¿a quién se le ocurre lanzarse a volar antes de saber aterrizar?
Desde entonces he mejorado mucho y, aunque durante unos días me dio miedo repetir la prueba (ya os dije que soy algo cobardica) al final lo hice, claro. Nadie puede resistirse a tratar de volar como un superhéroe.
Nico ahora también está aprendiendo pero a él le va más lo de escalar como Spiderman. Ese es otro de los capítulos del manual. Interesante aunque mucho más cansado, la verdad.
Aún no le hemos contado a nadie lo de nuestros superpoderes pero pronto, cuando dominemos del todo las técnicas del libro, vamos a formar una banda, «Supergemelos al ataque» o algo parecido. En realidad, ya hemos hecho algún ensayo con un par de abusones que se reían de un niño a la puerta del colegio. Le daban empujones, le llamaban cosas feas y no le dejaban en paz. ¡Si hubierais visto la cara que pusieron al vernos caer del cielo! Todavía deben estar corriendo del espanto, je, je.
Sí, definitivamente esa será nuestra misión: dar a los malos su merecido. Sin piedad, que los buenos siempre se pasan de pánfilos.
No entiendo muy bien lo que nos ha sucedido pero sé que ahora Nico y yo somos distintos, muy diferentes al resto del mundo. Y eso nos encanta porque… ¿quién quiere ser normal? ¡Si ser normal es un aburrimiento!

