Todas las noches de un día

 

Mire esas plantas. Están prisioneras en la tierra pero su espíritu lucha

Elegante, poética e intensa, «Todas las noches de un día», obra escrita por Alberto Conejero y dirigida por Luis Luque, es una historia de amor −dice el autor− sobre la incapacidad de amar, sobre la esperanza y la necesidad de belleza y de consuelo que al fin todos tenemos.
 En un viejo invernadero, Samuel (Carmelo Gómez), jardinero hosco y solitario a cargo del lugar, cuida sin sobresaltos de sus plantas hasta el día en que la policía llama a su puerta tratando de averiguar el paradero de Silvia (Ana Torrent), dueña de la casa, a quien nadie ha visto en mucho tiempo. Así, en forma de thriller, arranca una drama que no es más que una conversación a través del tiempo y el espacio entre dos personajes heridos por la vida y los recuerdos. Entre lo real y lo fantástico, entre el desamparo y la esperanza («qué cosa tan terrible es la esperanza»), afloran poco a poco sentimientos, miedos, pérdidas, angustias, soledades… Saltando del presente al pasado, a medio camino entre la verdad y la mentira y en un tono muy poético y evocador, va desvelando la narración un misterio que se asoma a los más oscuros rincones del alma y mantiene el suspense de lo sucedido hasta la escena final.
Brillante la interpretación de ambos actores y acertadísima una muy simbólica escenografía capaz de crear por sí misma una atmósfera mágica e irreal, por momentos claustrofóbica, de transformar de una escena a otra la apacible belleza del invernadero en suciedad y oscuridad de tormenta y cobrar, por cuanto sugiere, la importancia de un personaje más.

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