
Esas cosas solo pasaban en los libros
Clásico de la literatura británica detectivesca, Edmund Crispin ─pseudónimo de Bruce Montgomery (1921-1978)─ escribió durante los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo dos colecciones de cuentos y una decena de novelas protagonizadas todas por Gervase Fen, profesor de literatura inglesa en Oxford cuyas enormes dotes deductivas lo convierten frecuentemente en detective aficionado. Un personaje extravagante y alocado que se ve envuelto en las peripecias más disparatadas y acaba resolviendo casos que podrían considerarse, en ocasiones, una parodia de las novelas policiales de la época (Conan Doyle, Agatha Christie…).
La juguetería errante (Impedimenta Editorial) es la que suele ser considerada su mejor novela. Una historia divertidísima cuyo planteamiento atrapa inmediatamente al lector.
Tras una discusión con su editor, el poeta Richard Cadogan marcha de Londres a Oxford para romper con su rutina. La puerta abierta de una juguetería llama su atención la misma noche de su llegada, entra en la tienda movido por un extraño impulso y enseguida tropieza con el cadáver de una mujer tirado en el suelo con signos de violencia. Un golpe en la cabeza (el asesino andaba todavía oculto, al parecer) lo deja inconsciente varias horas y cuando al fin acude a la policía para contar lo sucedido y regresa con un par de agentes al lugar del crimen, el cadáver ha desaparecido y el espacio de la juguetería lo ocupa ahora una tienda de ultramarinos.
Sin saber a quién más recurrir, Cadogan expondrá el caso a su amigo Gervase Fen iniciando ambos entonces una investigación que, poco a poco, los llevará a desvelar lo que encubre misterio tan desconcertante.
Un argumento brillante que se complica más y más a cada paso, repleto de comicidad, vertiginoso en la forma de contar y salpicado continuamente por referencias literarias que dan al relato un tono muy particular.
Con muchísima ironía el autor se burla del estereotipo detectivesco y las enrevesadas tramas en torno a las que se articula, construyendo un enigma de enredo elegante y muy entretenido, capaz de saltar de persecuciones rocambolescas y situaciones imprevisibles a una narración algo más cadenciosa para perfilar un personaje punzante y entrañable.
Mordaz, inteligente y adictivo, merece la pena recuperar a Edmund Crispin.