
Lentamente devoró su alma la tristeza. La desesperanza, el abatimiento, la desilusión… aquella tan oscura e inexplicable atracción suya por el daño y la derrota, ganaron para siempre la batalla. Un corazón frágil y herido dejó a destiempo de latir. Perdió el otoño sus colores, a su pintor la poesía y entre ardientes campos de trigo, demacrados campesinos, cálidos y dorados girasoles, bajo el amparo incierto de la memoria del arte y del tiempo, vaga desde entonces el espíritu atormentado, siempre sombrío, de un hombre al que un sueño de luz, emoción y color, de improviso, embrujó; de un hombre torturado con pasión por un anhelo de belleza que, sin saberlo, un breve instante, muy breve, rozó. Furia, belleza, abismo, delirio, melancolía… Impresiones errantes, hipnóticas, doloridas, fugaces… Desgarradas, malheridas y sublimes, pinceladas de eternidad. Continuar leyendo «Pinceles a flor de piel»








