Sin rumbo

 

Lento, muy pausado, casi perezoso, el tren abandona la estación. Listos para emprender un camino que apenas intuyen pero muy largo e incierto adivinan, en sus vagones se acomodan los últimos viajeros. Espectros silenciosos sobrecogidos por el frío y la desolación de esta noche sin luna a la que de improviso se han visto arrojados, forzados por una repentina y cruel destrucción de anhelos y esperanzas que a comprender no alcanzan, con una mirada de infinita tristeza se despiden del mundo que, sin ellos, tan desamparado y helado ahora queda.

Inmóvil, detenida en el andén, una mujer algo marcada por la edad y las inclemencias del tiempo y de la vida, observa como poco a poco, en la distancia, el extraño convoy se aleja. Una vez más − imposible ya resulta saber cuántas− lo dejó pasar y quizá ahora se arrepienta. Continuar leyendo «Sin rumbo»

Septiembre

 

Melancólico y sereno, suave, tenue, casi de puntillas, regresa septiembre. Una advertencia de otoño hay en su luz, en el dorado matiz de sus colores, que sin remedio el verano resquebraja. Acortan los días, refrescan las noches. Lentas y silenciosas comienzan las hojas a caer, desnudos quedan poco a poco los árboles, cubiertas de efímera hojarasca las aceras y los parques. Perdida en el recuerdo, cual veraniega postal, la ardiente furia del sol, las tardes junto al mar, los castillos de arena, el sabor a sal…

Un ejército de nubes cenicientas, de improviso hará tronar la tempestad. Repiqueteará la lluvia en ventanas y balcones, charcos de cristal, transparentes como espejos, en las calles y un suave olor a tierra mojada en alas de un viento, tal vez cálido, tal vez destemplado y pertinaz, la ciudad suavemente envolverá. Continuar leyendo «Septiembre»

Una tarde de verano

 

Desde la distancia, desde el pensamiento y la belleza, golpeados por la pena y la impotencia, invadidos por la angustia y el vacío, heladas lágrimas de cristal por los mortales lloran los ángeles del cielo. Lágrimas por una tarde de verano para siempre en mil esquirlas rota, por el futuro perdido que, tal vez, un día juntos dos corazones soñaron, por el desconcierto y el espanto a sangre y fuego grabado en los ojos de un niño, por tanta inocencia sin remedio perdida, por la tristeza profunda y el infinito desconsuelo de lo irremediable. Lágrimas que sombra, dolor y el arañazo del desamparo arrastran. Lágrimas desoladas, frágiles y desvalidas que hoy sobre la tierra vierte el cielo por tantas almas que, inmisericordes, nunca olvidan, no perdonan, a otras hieren y no aman. Continuar leyendo «Una tarde de verano»

El viaje

 

Abierta sobre la cama, todavía vacía, la maleta sonríe amenazante. El muchacho la contempla con una asfixiante sensación de vértigo en el estómago. Tanto tiempo como lleva soñando con el viaje, tantas noches en vela, tanta ilusión. Y ahora… ese miedo que a traición se le cuela entre las tripas, ese miedo que implacable martillea sus sienes. Pero no puede echarse atrás, ya no. No habrá otra oportunidad, lo sabe. Es este su momento y debe aprovecharlo. Marchar, descubrir el mundo, volar lejos muy lejos del hogar y un día, tal vez, regresar.

«¿Listo? nos vamos, prepárate», muy suave y muy bajito le reclama una voz al otro lado de la puerta. Su corazón entonces se acelera, lo siente latir sin control y una inoportuna sensación de claustrofobia lo asalta por sorpresa. Nunca le gustó la oscuridad, sólo fingía ser valiente pero no es ya tiempo de arrepentimientos ni lamentos. Resignado, muy asustado, respira hondo del modo en que ha practicado durante los últimos días, la angustia cede poco a poco, se desviste, murmura una plegaria triste y dolorida y al fin, con una pirueta digna del mejor contorsionista, se acurruca dentro de la vieja maleta y cierra los ojos. Continuar leyendo «El viaje»

Carta sin destino

 

Un ejército de hombres derrotados, de hombres sin rostro, sin sueños ni futuro, tristes autómatas en pos de una quimera imposible, recorre mis entrañas. Siento sobre mí su llanto, su herida, el grito atronador de su furia y su desgarro. Suplican ayuda. No deseo traicionarles y sin embargo…. Quisiera comprender qué me ocurre, cual fue el maléfico embrujo que, en algún momento, secuestró mi voluntad para convertirme en esta marioneta sorda e inclemente que ahora soy. Imploro con estas palabras un perdón que no merezco y a cada instante los pienso, torturado por la culpabilidad y la vergüenza que serán para siempre mi condena.

Firmado: El corazón roto de la vieja Europa. Continuar leyendo «Carta sin destino»

Al filo de un quizás nace la esperanza

 

Sssshhh… Silencio. Dejad que duerma. No la despertéis. ¿No veis que sueña? Miedo, soledad y tristeza a las puertas del sueño a su suerte abandonados; un beso lejano en sus labios de algodón un día olvidado; un recuerdo, un suspiro, una caricia, una ilusión…; junto al suyo, el rítmico latir de un gastado corazón; una sombra del pasado -derrotada y malherida, siempre enamorada- que entre sus sueños -confiada, dulce, pícara- invisible cada noche se desliza… No, no la despertéis. De mi absurda esperanza tened compasión, dejad ─os lo ruego─ que duerma. Tal vez,  conmigo sueña. Continuar leyendo «Al filo de un quizás nace la esperanza»

Triste sirenita

 

Acurrucada en la arena, lloraba triste la sirenita. Se sentía tan sola, tan perdida en ese mundo desconocido y ajeno de pronto tan árido y hostil. Echaba tanto de menos su casa… el olor a sal, las algas, los corales, el hondo y rítmico latido del mar. ¡Ay, el mar!, ¡cómo le dolía su mar!. Con él soñaba. Soñaba despertar en mañanas plácidas, suaves y benignas, nadar en las tardes de sol hasta que el ocaso tiñera de naranja el horizonte, hasta ese instante en que poco a poco el agua cambiaba de color: del verde al azul, del azul al añil y por último casi al negro, dejarse mecer por aquellas olas brillantes, blanquísimas y juguetonas que tan bien todavía recordaba; soñaba con playas de arenas blancas, pescadores remendando sus redes bajo la última luz del día, la aventura misteriosa de algún velero espectral, la romántica voz de un vapor en alta mar… Soñaba la libertad.

Todo lo había perdido tras un espejismo de amor del que ya nada quedaba salvo infinitas promesas rotas y un bello príncipe tornado en cruel Barbazul. Tarde se dio cuenta… «Encontraré el camino de regreso», se dijo, al adentrarse lentamente en aquel mar bravío de aguas oscuras y profundas que tanto la había añorado, decidida a no flaquear esta vez. A cada paso se hundía más y más. Su alma, libre al fin, sonreía. Continuar leyendo «Triste sirenita»

Un cuento de amor

 

Una advertencia de otoño hay en la luz y un halo de melancolía tiñe de romanticismo los colores del parque. El momento es perfecto y el muchacho no duda. La mira con dulzura, toma su cara entre las manos, la besa… Y es aquel un beso tierno, apasionado, mágico… Un beso de cuento: el de un príncipe a una princesa. Un auténtico beso de amor. En ese instante ella comprende que está enamorándose. Y sonríe. Enamorada, sí, pero… no de él. «¡Lástima!, no es este mi cuento», se dice con cierto remordimiento. Y tras un segundo echa a correr. Continuar leyendo «Un cuento de amor»

Ángel de ojos tristes

 

A veces sucede que un ángel del cielo, queriendo comprender el misterio de los mortales, tanto al filo de su nube se acerca  que cae a la tierra. Entonces en lágrimas su memoria se deshace. Condenado a vagar por el mundo, reirá, amará, sufrirá y tal vez, solo tal vez, hallará la alegría. Muy al fondo de sus ojos celestes, sin embargo, oculta en su mirada más profunda, si observáis con cuidado, encontraréis siempre la sombra de una decepción inexplicable. Un recuerdo, un silencio, un  lamento que entre sus sueños late. Un eco de eternidad que, al despertar, inalcanzable, etéreo, fugaz como una estrella, en el aire raudo se deshace.   Continuar leyendo «Ángel de ojos tristes»

Lloran las rosas

 

Hace rato que ha anochecido. La luna fría y pálida, casi recién nacida, flota ahora en la penumbra y apenas ilumina un cielo que la niebla vuelve fantasmal. El día ha sido triste y doloroso. Todo el pueblo ha querido despedir a Jaime y muy pequeño ha quedado el cementerio que −a veces olvidado, siempre misterioso− en lo más profundo del valle, al borde de un riachuelo de aguas lentas y apacibles, yace. Conmocionados, incrédulos e impotentes todos, sobrecogidos, incapaces de hallar palabras de consuelo para una mujer con el corazón en pedazos y dos chiquitinas de trenzas rubias que, aferradas a la mano de su madre, apenas alcanzan todavía a comprender la fractura  irreparable que su mundo acaba de sufrir. Continuar leyendo «Lloran las rosas»