El viaje

 

Abierta sobre la cama, todavía vacía, la maleta sonríe amenazante. El muchacho la contempla con una asfixiante sensación de vértigo en el estómago. Tanto tiempo como lleva soñando con el viaje, tantas noches en vela, tanta ilusión. Y ahora… ese miedo que a traición se le cuela entre las tripas, ese miedo que implacable martillea sus sienes. Pero no puede echarse atrás, ya no. No habrá otra oportunidad, lo sabe. Es este su momento y debe aprovecharlo. Marchar, descubrir el mundo, volar lejos muy lejos del hogar y un día, tal vez, regresar.

«¿Listo? nos vamos, prepárate», muy suave y muy bajito le reclama una voz al otro lado de la puerta. Su corazón entonces se acelera, lo siente latir sin control y una inoportuna sensación de claustrofobia lo asalta por sorpresa. Nunca le gustó la oscuridad, sólo fingía ser valiente pero no es ya tiempo de arrepentimientos ni lamentos. Resignado, muy asustado, respira hondo del modo en que ha practicado durante los últimos días, la angustia cede poco a poco, se desviste, murmura una plegaria triste y dolorida y al fin, con una pirueta digna del mejor contorsionista, se acurruca dentro de la vieja maleta y cierra los ojos. Continuar leyendo «El viaje»

Carta sin destino

 

Un ejército de hombres derrotados, de hombres sin rostro, sin sueños ni futuro, tristes autómatas en pos de una quimera imposible, recorre mis entrañas. Siento sobre mí su llanto, su herida, el grito atronador de su furia y su desgarro. Suplican ayuda. No deseo traicionarles y sin embargo…. Quisiera comprender qué me ocurre, cual fue el maléfico embrujo que, en algún momento, secuestró mi voluntad para convertirme en esta marioneta sorda e inclemente que ahora soy. Imploro con estas palabras un perdón que no merezco y a cada instante los pienso, torturado por la culpabilidad y la vergüenza que serán para siempre mi condena.

Firmado: El corazón roto de la vieja Europa. Continuar leyendo «Carta sin destino»

Al filo de un quizás nace la esperanza

 

Sssshhh… Silencio. Dejad que duerma. No la despertéis. ¿No veis que sueña? Miedo, soledad y tristeza a las puertas del sueño a su suerte abandonados; un beso lejano en sus labios de algodón un día olvidado; un recuerdo, un suspiro, una caricia, una ilusión…; junto al suyo, el rítmico latir de un gastado corazón; una sombra del pasado -derrotada y malherida, siempre enamorada- que entre sus sueños -confiada, dulce, pícara- invisible cada noche se desliza… No, no la despertéis. De mi absurda esperanza tened compasión, dejad ─os lo ruego─ que duerma. Tal vez,  conmigo sueña. Continuar leyendo «Al filo de un quizás nace la esperanza»

Triste sirenita

 

Acurrucada en la arena, lloraba triste la sirenita. Se sentía tan sola, tan perdida en ese mundo desconocido y ajeno de pronto tan árido y hostil. Echaba tanto de menos su casa… el olor a sal, las algas, los corales, el hondo y rítmico latido del mar. ¡Ay, el mar!, ¡cómo le dolía su mar!. Con él soñaba. Soñaba despertar en mañanas plácidas, suaves y benignas, nadar en las tardes de sol hasta que el ocaso tiñera de naranja el horizonte, hasta ese instante en que poco a poco el agua cambiaba de color: del verde al azul, del azul al añil y por último casi al negro, dejarse mecer por aquellas olas brillantes, blanquísimas y juguetonas que tan bien todavía recordaba; soñaba con playas de arenas blancas, pescadores remendando sus redes bajo la última luz del día, la aventura misteriosa de algún velero espectral, la romántica voz de un vapor en alta mar… Soñaba la libertad.

Todo lo había perdido tras un espejismo de amor del que ya nada quedaba salvo infinitas promesas rotas y un bello príncipe tornado en cruel Barbazul. Tarde se dio cuenta… «Encontraré el camino de regreso», se dijo, al adentrarse lentamente en aquel mar bravío de aguas oscuras y profundas que tanto la había añorado, decidida a no flaquear esta vez. A cada paso se hundía más y más. Su alma, libre al fin, sonreía. Continuar leyendo «Triste sirenita»

Un cuento de amor

 

Una advertencia de otoño hay en la luz y un halo de melancolía tiñe de romanticismo los colores del parque. El momento es perfecto y el muchacho no duda. La mira con dulzura, toma su cara entre las manos, la besa… Y es aquel un beso tierno, apasionado, mágico… Un beso de cuento: el de un príncipe a una princesa. Un auténtico beso de amor. En ese instante ella comprende que está enamorándose. Y sonríe. Enamorada, sí, pero… no de él. «¡Lástima!, no es este mi cuento», se dice con cierto remordimiento. Y tras un segundo echa a correr. Continuar leyendo «Un cuento de amor»

Ángel de ojos tristes

 

A veces sucede que un ángel del cielo, queriendo comprender el misterio de los mortales, tanto al filo de su nube se acerca  que cae a la tierra. Entonces en lágrimas su memoria se deshace. Condenado a vagar por el mundo, reirá, amará, sufrirá y tal vez, solo tal vez, hallará la alegría. Muy al fondo de sus ojos celestes, sin embargo, oculta en su mirada más profunda, si observáis con cuidado, encontraréis siempre la sombra de una decepción inexplicable. Un recuerdo, un silencio, un  lamento que entre sus sueños late. Un eco de eternidad que, al despertar, inalcanzable, etéreo, fugaz como una estrella, en el aire raudo se deshace.   Continuar leyendo «Ángel de ojos tristes»

Lloran las rosas

 

Hace rato que ha anochecido. La luna fría y pálida, casi recién nacida, flota ahora en la penumbra y apenas ilumina un cielo que la niebla vuelve fantasmal. El día ha sido triste y doloroso. Todo el pueblo ha querido despedir a Jaime y muy pequeño ha quedado el cementerio que −a veces olvidado, siempre misterioso− en lo más profundo del valle, al borde de un riachuelo de aguas lentas y apacibles, yace. Conmocionados, incrédulos e impotentes todos, sobrecogidos, incapaces de hallar palabras de consuelo para una mujer con el corazón en pedazos y dos chiquitinas de trenzas rubias que, aferradas a la mano de su madre, apenas alcanzan todavía a comprender la fractura  irreparable que su mundo acaba de sufrir. Continuar leyendo «Lloran las rosas»

Lágrimas de espuma

 

Entristece la belleza del mar. En su más profunda oscuridad devora el silencio las horas y en un instante eterno, entre algas, arrecifes y corales que nadie a contemplar alcanza, parece el tiempo haberse detenido. Llora el océano su derrota y para tanto dolor y pérdidas calladas como en su fondo yacen no halla consuelo. Una lúgubre sepultura, donde sólo horror, vergüenza y muerte laten, es ahora su corazón. Refugio eterno de recuerdos, olvidos y fantasmas que en las más feroces noches de tormenta al mundo espantan con su rabia y su desgarro y hacia playas de arenas calmas los gritos ahogados de un naufragio de mil sueños imposibles, implacables, arrastran. Vidas sin tiempo. Futuro perdido. Tiempo a la deriva antes de vivir huido. Eterno fugitivo que, oculto entre olas y lágrimas de espuma blanca, las huellas de incontables ilusiones y mil rotas esperanzas a los pies de un mundo siempre a su tragedia indiferente tristemente deposita: un gemido, un lamento, el ojalá melancólico y desolado de la historia que pudo ser, de la historia que al fin nunca fue. De un delito que no cometió todos entonces -apenas un instante conmovidos- al mar culpan. Y le llaman asesino. Continuar leyendo «Lágrimas de espuma»

Y el día termina

 

Sin beso de buenas noches, sin sonrisas, sin magia, sin caricias, ahogados de improviso en la rutina, repleto el corazón de reproches sordos y marchitos… Indiferentes, insomnes, muy juntos y  muy solos, dos náufragos desvalidos en el silencio de la noche a la deriva. Así, espalda contra espalda, a mil besos de distancia, para  ellos el día termina.

 

 

 

Microrrelato para el concurso «Relatos en Cadena» del programa La Ventana de la Cadena Ser.

Colegas

 

Lo que usted diga, doctor Frankestein ─y seguro usted lo sabe mejor que nadie─ difícilmente habrá de ser aceptado por esta escéptica y miope comunidad de mal llamados científicos que a ambos nos ha tocado en suerte. Tan soberbios y engreídos todos… Sí, amigo mío, también yo he sufrido su desprecio, su gélida incredulidad. Es por eso que hoy, con la esperanza de que a través de estas líneas sienta la calidez de la mano que le tiendo, le ruego prosiga sus investigaciones. No desfallezca. Mucho más propicio a nuestro genio, querido colega, habrá de ser el futuro.

Con admiración y respeto, le saluda:

 Henry Jekyll. Continuar leyendo «Colegas»