
Solo me relaciono con mis iguales y como no tengo iguales no me relaciono con nadie
Inadaptado, egocéntrico, estrafalario, Ignatius Reillly odia la sociedad que le ha tocado en suerte. Un mundo rendido al consumismo, esclavizado por el trabajo y la rutina que no logra aceptar. A sus más de treinta años aún vive con su madre, dedicado a la escritura de lo que él considera su gran obra maestra: un puñado de reflexiones que algún día ─dice─ donará a la Humanidad, desperdigadas en montones de cuadernos, donde exalta la moral y el modo de vida del Medievo. El cine como único entretenimiento y la peculiar relación que mantiene con su madre (viuda desde hace más de veinte años) son los ejes en torno a los que gira su existencia hasta que, un día, un suceso inesperado altera ese equilibrio y le obliga a salir al mundo exterior.
Ambientada en la Nueva Orleans de los años sesenta del pasado siglo, la novela es una crítica despiadada a la sociedad de la época, un retrato de las miserias humanas, del egoísmo y la crueldad latente en ciertas actitudes, que esconde bajo su tono de comedia un trasfondo trágico y una huella de tristeza.
La excentricidad del protagonista, las absurdas situaciones en que se ve involucrado (junto a una magnífica galería de secundarios), sus delirios y obsesiones, convierten la trama en un cúmulo de peripecias surrealista e hilarante. Un relato esperpéntico y descarnado, plagado de amargura y de sarcasmo pero también de piedad y comprensión hacia uno de los personajes más estrambóticos de la Literatura. Un hombre tremendamente singular que al inicio de la historia el autor presenta de forma inmisericorde ─Una gorra de cazador verde apretaba la cima de una cabeza que era como un globo carnoso. Las orejeras verdes, llenas de unas grandes orejas y pelo sin cortar y de las finas cerdas que brotaban de las mismas orejas, sobresalían a ambos lados como señales de giro que indicasen dos direcciones a la vez. Los labios, gordos y bembones, brotaban protuberantes bajo el tupido bigote negro y se hundían en sus comisuras en plieguecitos llenos de reproche y de restos de patatas fritas.─ provocando con ello ya de origen cierto rechazo e incomodidad en el lector.
Publicada en 1980 y ganadora del Pulitzer al año siguiente, La conjura de los necios había sido sin embargo rechazada por todas las editoriales a las que John Kennedy Toole (1937-1969) la ofreció, circunstancia que al parecer podría haber motivado su suicidio a la edad de treinta y un años. Fue la madre del autor quien convencida de la originalidad y valía de la obra consiguió finalmente publicarla y dar a su hijo el reconocimiento que no logró alcanzar en vida.
Reseña publicada en la revista «Escribiendo a hombros de gigantes» de El Tintero de Oro. Junio 2023.
