
Un nuevo amanecer despunta en la laguna y enredado entre la bruma un llanto suave, muy dulce, un llanto que de las ondas y el rumor del agua parece brotar, a esa hora tan temprana, como cada día, se escucha. Y es aquella una voz herida, una voz sin rostro, un eco antiguo y torturado que en la soledad callada de este lugar tan triste y ya sin alma −la más tenebrosa frontera entre la luz y la tiniebla que jamás en el mundo existió− tiernas lágrimas a los espectros arranca. De tanto dolor una mirada impaciente y a destiempo, una mirada de amor vencida, una única mirada, ha sido la causa. Un rostro de mujer apenas entrevisto. Una condición incumplida. Una promesa a los dioses infringida. Y una condena… Implacable y cruel. Eterna y definitiva será la separación. Amargo y desesperado el lamento de un frágil mortal que, a fuerza de amor y al hechizo de su canto, el corazón del Averno un día conmovió, de un hombre enamorado que anhelante, un instante antes de que los rayos del sol a la mujer que tras él venía por completo vistieran con su luz, los ojos hacia ella, todavía inmersa entre las sombras, giró sólo para contemplar −fatídica promesa quebrada− como lentamente, por segunda vez y sin duda ahora para siempre, frente a él Eurídice se desvanecía.
Este relato resultó seleccionado entre los finalistas del «V Concurso de Microrrelatos Miedo en tus Ojos» y aparece publicado en la Antología del concurso. Editorial «Ojos Verdes Ediciones». Noviembre 2017.

