
Ahora me llevan a mí pero ya es tarde
Bertold Bretch
Lo habían traicionado. Un fogonazo de lucidez le reveló la gravedad de lo ocurrido y una oleada de angustia empapó su cuerpo en sudor. La guardia cósmica interceptaba su camino, rodeaba por ambos lados al Atlantis y amenazaba destruir la nave si el capitán no deponía su actitud. «¡Qué ingenuo!», musitó él con desaliento. Había creído, al divisar los primeros escuadrones, que acudían en su ayuda, que eran la respuesta a la llamada de socorro que el radiotransmisor había estado lanzando sin pausa desde que iniciaron la misión. Pero no. Las patrullas policiales llegaban cargadas de malos presagios y una advertencia descarnada y feroz latía entre sus haces de luz.
En la soledad del puesto de mando, el capitán Clarck calculaba ahora sus opciones. Pocas. Ninguna, rectificó sin ironía. Lo detendrían, lo acusarían de alta traición, perdería su licencia de piloto, lo desterrarían al más diminuto asteroide de la galaxia. Continuar leyendo «Con las botas puestas»








