Huch, Ricarda: El último verano

 

…Solos en un mundo que no les pertenece

Publicada en 1910, «El último verano» fue una novela tremendamente exitosa desde su primera aparición. Pese a ello ─cuenta Cecilia Dreymüller en el prólogo que antecede a esta edición (Duomo Ediciones)─, la autora, Ricarda Huch (1864-1947) renegó siempre de ella por considerarla producto de un capricho, una historia nacida de una apuesta sobre su capacidad para escribir una novela policiaca.

Poeta, ensayista, doctora en Historia, Ricarda Huch gozó de un gran reconocimiento durante la primera mitad del S.XX. Admirada por autores como Herman Hesse, Thomas Mann, Rainer Mª Rilke o Stefan Zweig, fue propuesta en varias ocasiones como candidata al Nobel por su habilidad para combinar rigor científico con ingenio literario pero tras el estallido de la II Guerra Mundial fue cayendo poco a poco en el olvido. Contraria desde el primer momento al régimen de Hitler y significada políticamente por ese motivo, sufrió la intolerancia ideológica propia de la época y su obra quedó marginada por completo. Tras el fin de la contienda, decidió permanecer en la zona de ocupación soviética aunque muy pronto sintió también allí la manipulación de que quisieron hacerla objeto. Decidida a mantener a toda costa su libertad de pensamiento quiso escapar de la RDA pero murió durante la huida, enferma y exhausta.

Construida a modo de novela epistolar y bajo esa apariencia de relato policiaco (intriga más que policiaco, en realidad) que la autora quiso imprimir a su historia, «El último verano» aborda el momento previo a la Revolución Rusa, la convulsión social, la lucha de clases y el ansia de cambio que marcó los últimos años del zarismo, sirviéndose para ello de una trama ágil y entretenida protagonizada por la familia del gobernador de San Petersburgo.

A causa de las continuas revueltas estudiantiles sufridas durante el curso (año 1906), el gobernador ha dado orden de clausurar la universidad y encarcelar a los cabecillas de los altercados. Pendientes de juicio y con gran probabilidad de resultar condenados a muerte, él comienza a recibir entonces una serie de amenazas que lo deciden a trasladarse al campo durante el verano y llevan a su esposa a contratar en secreto un guardaespaldas, camuflado bajo apariencia de secretario. Ese guardaespaldas, sin embargo, resultará ser un anarquista infiltrado en la familia con la misión de asesinar a quien debe proteger.

Las cartas que desde la casa de campo escriben los distintos miembros de la  familia (esposa y tres hijos) y el propio anarquista, van haciendo avanzar el relato con enorme precisión, muestran las relaciones entre ellos, la calidez del ambiente doméstico que los rodea, el paternalismo con que tratan a los sirvientes, el modo en que el gobernador se niega a aceptar los cambios sociales que se avecinan, la rapidez con que todos caen rendidos ante las argucias de ese secretario que los manipula a placer y que ellos sin embargo sienten como amigo.

Con un tono ligero y divertido, salpicado por continuas notas de humor, Huch arma una historia cargada de crítica social donde enfrenta la decadencia, los ideales y aspiraciones del viejo régimen a los nuevos tiempos que se anuncian y los enormes cambios que traerán con ellos. Momento de transformación donde pasado y futuro se enfrentan para dar lugar a un mundo nuevo.

Historia repleta de detalles, delicada, con personajes muy bien perfilados psicológicamente en cuanto a carácter y ambiciones, que solo en el último instante desvela la suerte final de la familia protagonista.

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